Yo quiero que, cuando ya estemos viejos no hayan penas ni dolor.
Que no tengamos culpas como carga onerosa en la espalda, que no suframos dolores de cabeza, que no nos miremos con pesar.
Quiero que, después de haber caminado tanto este senderito, podamos alzar la mirada y suspirar, pero no suspiros bochornosos, sino, suspiros de satisfacción.
La satisfacción de haberlo logrado. La satisfacción de la meta alcanzada. Que veamos realizados tus sueños y los míos. Que miremos atrás y estemos orgullosos de nosotros mismos. Que recordemos las caídas y las lágrimas pero, también, que recordemos los gritos de victoria, el júbilo de haber podido derrotar la inseguridad.
Cuando estemos viejos, quiero que podamos mirarnos a los ojos. Mirarnos sin tristeza. Mirarnos sin la vergüenza que rodea a tantos que no superan las rupturas. Quiero que nos miremos y agradezcamos haber podido coincidir en un tramo de este tránsito. Y que, a pesar de estar tan pendientes el uno del otro, a pesar de tomar otras manos, besar otros labios, acariciar otros rostros...
Que podamos al fin descansar.
