FINAL

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25 de octubre del 2013.

Chloe Schell.

Tengo miedo.

Mi espalda está apoyada en la puerta de la cocina; miro mis brazos y estos se encuentran entre morados y verdes, igual que mis piernas, mi abdomen, mi espalda y siento asco.

¿Cómo dejé que esto sucediera?

Las lágrimas amenazan con salir, pero lo impido, porque he llorado tanto que todo dejó de tener sentido.

¿Lo merezco?

—¡Levántate!

No, no lo mereces.

—¡Te dije que te levantaras, maldita!

Te destruyó, lo que pensaste que te ayudaría te destruyó.

¿Tanto dolor causé para merecer esto?

—Te dije que no me gusta la comida helada, pero nunca haces caso.

Tira el plato al piso y este suena rompiéndose en muchos pedazos. Cubro mi cara con mis manos  porque sé que se viene, lo mismo de todas las noches y a veces, las mañanas.

—Nunca haces lo que te digo; eres inútil, inservible y estúpida.

Inútil.

Inservible.

Estúpida.

¿Y tu dignidad?

Siento el primer golpe del día; mis piernas. Y luego otro, y otro.

Duele; pero duele más saber en lo que me convertí.

—¿Te gusta hacerme enojar? ¡Responde!

Toma mi cabello entre sus manos y lo jala con fuerza. Me estrella el rostro contra la mesa y luego siento como me suelta haciendo que me golpee contra la alacena.

Me grita, me dice todo los insultos que pasan por su cabeza; y sale de la cocina, seguido se escucha el sonido de la puerta de la casa.

El silencio inunda en la habitación como muy pocas veces.

Se ha ido.

Todo me duele, todo pesa.

Me levanto con dificultad y camino hacia la habitación. Busco en el último cajón de la mesita de noche y encuentro el teléfono. Entro a Whatsapp y tristeza me invade.

Leo los 14 mensajes y dejo que su voz en las distintas canciones me tranquilice. No me ha enviado el último y él siempre a sido puntual con los anteriores.

Rodrigo, lo siento.

Mi conciencia se ríe y se burla.

No lo haces.

Nunca pensé que las cosas acabarían así; recuerdo los últimos meses juntos, hice todo lo posible para que pudiera odiarme.

Lo hice por él. Pensé primero en él, que terminé siendo destruida.

Tu sola te destruiste.

La mujer que se hace llamar mi madre manipuló todo. Esa arpía.

Ella lo odiaba, y tarde me di cuenta de eso. Me obligó a dejarlo y a comprometerme con un hombre de clase alta.

Aunque siempre he pensado que de clase, tienen poco.

¿Y la clase media?

Duele saber que no tiene medios.

Me dediqué a perderte | C O M P L E T A |Where stories live. Discover now