JecaNunca lo había hablado con nadie, pero tenía curiosidad por probar marihuana, era algo "inocente". Pensé que por la confianza que había con ese par, podrían ayudarme. Malcom parecía dispuesto, pero Adam estaba ido, ni siquiera ponía atención:
—Jeca jamás ha probado alguna droga ilegal, tiene curiosidad, y yo le digo que nosotros podemos ayudarle. ¿Cierto? —aclaró Malcom. Adam sonrió:
—No —sentenció, luego se puso de pie buscando algo en la alacena.
—¿No qué? —pregunté, pensando que ni siquiera había oído.
—No te daré nada —aseveró viéndome unos segundos para volver a su búsqueda.
—No te lo pido regalado, te lo voy a pagar —mascullé irritada, suponiendo que todo se debía al dinero.
—Oh, muy bien, por ahí hubieras empezado y te hubiera dicho que no —respondió con sarcasmo. Está vez ni siquiera volteó a vernos, se quedó comiendo trozos de verdura que encontró en la encimera.
—¿Hablas en serio, hermano? —inquirió Malcom, al parecer no era la única incrédula.
—Sí.
—Vamos, ¿por qué no? Tú lo haces siempre —pedí casi suplicando. No sabía si mi insistencia era por curiosidad a la droga o para saber porque Adam se negaba.
—No, no me harás cambiar de opinión, sé que mi vida no es un ejemplo, pero aún así no quiero darte, venderte o ayudarte a conseguir ninguna droga. Ni quiero que lo hagas tampoco tú. —Lo último dijo señalando a Malcom, el cual rió y bufó sorprendido.
—Es mejor que lo haga con nosotros que somos sus amigos a que lo haga con gente desconocida que quiera aprovecharse. —Adam levantó una ceja y soltó una risa irónica.
—¿Amigos? Yo no sé si ustedes son amigos, pero Jeca no es mi amiga. Ella solo es la chica que hace la limpieza, no quiero problemas. —Sus palabras duras me arrebataron toda la felicidad que estaba sintiendo dejándome solo un nudo en la garganta.
Intenté que no se notara como la tristeza se apoderaba de mi rostro. Me puse de pie para terminar la comida, no pude decir nada más.
—Tienes razón, es una tontería —agregó Malcom, cerrando el tema.
—Quiero fumar —explicó Adam, rumbo a su habitación.
Me quedé sola, me sentía tentada en pedir una explicación o una disculpa, pero ni siquiera le veía sentido. Pasé media hora intentando convencerme a mí misma de que no debía sorprenderme por la declaración de Adam, pues al final, mi existencia era irrelevante para todos. Adam podía ser buena compañía, pero no era un héroe, un salvavidas o un amigo real; Era apenas un conocido que parecía conocerme mejor que nadie.
En el tiempo que la comida terminaba de cocinarse, Adam bajó junto a Malcom, revisaron el patio, se drogaron afuera y regresaron a sentarse en la sala. Serví dos platos de comida, di unos pasos para acercarme a la escalera.
—¿Puedo? —pregunté en voz baja, señalando el segundo piso. Adam estaba perdido en un punto fijo de la pared, apenas me vio de reojo e hizo una seña para que continuara mi camino.
Subí las escaleras apresurada porque me sentía como cobarde estando frente a quien me dañaba y sin poder enfrentarlo. Entré a la habitación por mi mochila, busqué dentro de ella los cuadernos, revisando uno a uno para encontrar la tarea pendiente, quería pensar en algo diferente para no llorar. Fue en vano, Adam entró apenas unos minutos después de mí. Recogí las cosas sin fijarme, luego las metí a la mochila a la fuerza.
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Solo una razón
General FictionAdam es un vendedor y adicto a las drogas que se ve envuelto en un dilema cuando Jeca, una adolescente que él conoció años atrás, le pide ayuda con un encargo peculiar. ••••• Dos personas que viven y ven la vida de forma o...