Lluvia en mi cabeza

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Mediados de diciembre

Natalia había estado trabajando en el estudio desde hace dos semanas ahora, escuchando maquetas de artistas callejeros y otros más conocidos del mundillo de YouTube. Había empezado a quedar con algunos artistas también para componer algo; habían pasado ya unas semanas del día fatídico como lo había calificado, y la canción que compuso aquel día a las 3 de la mañana era la única en su repertorio para el nuevo álbum. A pesar de todo no tenia mucho trabajo como en el estudio de Madrid lo que resultaba en una gran cantidad de tiempo para pensar en cosas que quería poder olvidar.

Se hospedaba algunos días en casa de sus padres junto con su otra hermana, Elena, pero la mayor parte de los días se quedaba en un hotel cercano a su casa para poder estar tranquila y componer en paz. Pero era agradable poder volver a pasar tiempo con ellos de nuevo después de tanto tiempo separados. También se había asegurado de poder hablar con su hermano y su sobrina Marilia varias veces por semana vía Skype.

Se había enterado de que Alba había estado pasando mucho tiempo en su casa y que incluso se había llevado a Marilia algún fin de semana. El sentimiento era agridulce. Por una parte estaba feliz de que Alba pasara tanto tiempo con la pequeña, pero por otra parte sentía celos de no poder pasar tiempo con ellas. No había hablado con Alba en todo este tiempo que había estado en Paris. Había recibido un correo de ella varios días después de su marcha agradeciéndole las flores y dándole las gracias por la carta, argumentándole que ella también estaría para ella para lo que fuese.

Después del estudio aquel viernes por la tarde decidió irse a su habitación del hotel, con vistas a la torre Eiffel. Lo tenia todo preparado en el balcón, su guitarra, su boli y su libreta de composiciones. Era un día bastante frío, más de lo normal, la nieve había dejado de caer dejando el suelo de la calle ligeramente blanco. Había aprendido a lidiar con el frío todo este tiempo, al fin y al cabo no se diferenciaba mucho de sus sentimientos en aquel momento de su vida.

No había pasado más de un hora cuando sintiendo que sus manos empezaban a engarrotarse decidió entrar a la habitación dejando todas las cosas al lado del balcón, orgullosa de haber compuesto aunque solo fuera un párrafo de algo a lo que no podía llegar a llamar canción todavía. Echaba de menos aquellos días en los que podía componer canciones en tan solo veinte minutos, ahora el bloqueo artístico que la perseguía no le permitía avanzar más de un párrafo cada hora.

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El viernes por la tarde Alba llegó a casa de Santi y Marina para recoger a su sobrina. Aunque Natalia le había dicho que podía quedarse en el piso tanto tiempo como quisiera tan solo lo utilizaba cuando llevaba a Marilia con ella. Había salido pronto del trabajo para quedar con su abogada en el juzgado para solucionar todos los trámites del divorcio y así poder recoger a la pequeña antes de que se hiciera de noche.

"Hola Santi" dijo al entrar por la puerta principal.

Momentos después pudo oír murmullos provenientes de las escaleras. Por supuesto era su sobrina con un gorro de papel albal en la cabeza, detrás de su madre que llevaba otro similar.

"Tía Alba, ¡somos aliens!" exclamo Marilia emocionada mientras se lanzaba a los brazos de Alba.

"Ya lo veo cariño ya", Alba la bajo al suelo y esta subió corriendo a su habitación a recoger la bolsa de fin de semana.

"¿Qué tal ha ido la reunión en el juzgado" preguntó Marina.

"Por mi parte todo está correcto" le contesto Alba titubeante.

"¿Crees que firmará?"

"Sinceramente, no tengo ni idea. Con todo esto de estar fuera del país no sé cuanto tiempo pasará antes de que vea los papeles, pero no tengo ninguna prisa supongo. No estoy haciendo esto porque me haya enamorado de alguien más. Solo es que no puedo seguir arrastrándola hacia la incertidumbre"

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora