PRIMERO Y ÚNICO

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La puerta blanca es enorme frente a él, aún no puede creer que estuviese animándose a hacerlo

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La puerta blanca es enorme frente a él, aún no puede creer que estuviese animándose a hacerlo. ¿Cuándo él, en su sano juicio, se autodenominase lo suficientemente seguro como para ir? Aún no lo sabe, si se lo cuestiona más, seguramente se volvería y comenzaría a caminar de nuevo hasta su hogar.

A veces Jeongguk cree ser un afortunado, un suertudo. A veces cree que no merece a Jimin, o que todo esto que sucede en su vida diaria es un sueño tan bonito como esponjoso, o a su pesar, una dolorosa broma que ya se ha extendido por dos, casi tres años.

En su cabeza, estos quince minutos que ha estado frente a la puerta, observando de reojo a la gente que pasa y lo mira, se han vuelto tan interminables como décadas que parece que van tan rápido; vuelan en sus pensamientos las ideas más locas existentes "¿qué hago si no le importa?" "¿qué hago si no genera en él la misma emoción que en mí?" "¿qué hago si me duele?" "¿qué hago...?" Y así, repetitivamente por los segundos que son tan largos.

Aún recuerda cuando conoció a Jimin. Era una tarde preciosa, el sol caía en destellos anaranjados y rosados tras los árboles de un lejano horizonte, y la simple oscuridad de una noche veraniega se acomodaba en el cielo que pronto se llenaba de puntos brillantes. Lo recuerda como si estuviese en ese lugar en este momento, lo recuerda tan hermosa como lo es Jimin, lo rememora, y si pudiese tener una foto de ese día, está seguro de que sería su favorita.

Ni siquiera era el punto más alto de la ciudad, pero todo se veía tan lejano; la bicicleta amarilla que lo llevaba a los lugares más recónditos de la ciudad, tirada a su lado. La brisa chocando contra su rostro, el horizonte pintado cual obra de arte, los árboles alejándose, las estrellas haciéndose cada vez más brillantes. Estaba totalmente perdido en mirar y disfrutar, la burbuja de un ambiente tranquilo se lo había llevado.

Hasta que un murmullo enfurecido le captó los sentidos, haciéndole voltear su cabeza al instante, rápido y miedoso, con el temor de que alguien pudiese hacerle daño.

Pero, ¿cómo ese chico, tan adorable y pequeño al parecer, le haría daño?

Un chico, pequeño. Lindo, pensó Jeongguk. De cabellos claros y mejillas sonrojadas, los labios abultados, enrojecidos y destellantes, como cubiertos con un líquido abrillantado. Al bajar la mirada, pudo notar el por qué de sus cejas inclinadas y de sus palabras inaudibles.

Su camiseta, de rayas amarillas, naranjas y rojas, se encontraba atorada en una rama salida de un árbol alto, unos metros detrás de él, cual Jeon no había notado en lo absoluto.

Tal vez había pasado mucho tiempo viéndolo tan directamente, pero el rubio se volteó y al ver al otro observándole tan fijamente, más rojas se volvieron sus mejillas, y Jeongguk se culpa y avergüenza, no debería meterse.

—Esto... pasa siemprr—. El desconocido habló, con una voz tímida y dulce, que Jeongguk definió como la de un pequeño niño, ¿cuántos años tenía el desconocido? ¿por qué estaba ahí a estas horas? Las preguntas le invadieron, pero luego de escuchar otra queja del foráneo, se da cuenta de que, de una forma u otra, debe ayudar.

—¿M-me permites ayudar?— Cuestionó igualmente tímido, y el otro alzó la cabeza, dedicándole una sonrisa de por-favor-sí-esto-me-cuesta-mucho.

—Si no es un problema para ti, te veías muy... sumido en el atardecer.

Jeongguk rió mientras lo recordaba. Esa noche se habían sentado juntos, y Jimin se presentó, como así lo hizo él, y ambos, aquella noche de verano, se conocieron y admiraron la belleza del universo, nombrando constelaciones, y observando estrellas fugaces.

No sabe cuánto tiempo pasó hasta ahora, pero no había nadie cerca, y el silencio inundaba la calle solitaria; ni un alma se acercaba a su cuerpo, ni las ventanas de la casa de Jimin se abrían todavía, y él aún esperaba, ansioso, tener la fuerza necesaria para tocar el timbre de una vez por todas...

Pero a la mierda, dice su subconsciente, deja de pensar, toca el maldito timbre. Y sin siquiera dudarlo, sin siquiera pensar en lo que se estaba metiendo (una oncéava vez en el día). sostuvo el botón blanco en sus dedos y éste resonó por la casa, donde rezaba estuviese Jimin en ese momento. Comenzó a hiperventilar, los nervios le inundaban, los sentidos se entumecieron y aún fue más cuando su pequeño novio, sonriente y con el pelo revuelto, abrió la puerta para atenderlo.

Jimin era tan hermoso, su simple figura lo volvía loco, sus palabras le llenaban de amor, su voz le enternecía, y sus toques, su piel, su dulzura, todo eso le enamoraba cada día, no tenía dudas al verlo, quería estar junto a él toda su vida, cueste lo que cueste. Y al imaginarlo, sus ojos se cristalizaron, su respiración se entrecortó, su sonrisa se hizo presente y...

-¿Ggukkie? ¿Dulzura? ¿qué suce...?

-Park Jimin, ¿me harías el honor de casarte conmigo?

Costaron unos minutos en silencio para que dos lágrimas cayera de los bonitos y sorprendidos ojitos de Jimin, y su boca rosada se abriera en una "o" que luego se volvió una inmensa sonrisa que demostraba el sentimiento de "Dios mío, el amor de mi vida me está pidiendo matrimonio"

Se quedó mudo, las palabras no salían; sus ojos se cristalizaban aún más, y en el fondo de su alma, deseaba que no fuese un sueño, porque era tan parecido, era tan hermoso y emocionante, y su pequeño cuerpo deseaba saltar de alegría y besar todo el precioso rostro de Jeongguk, decir que sí, una y otra y otra vez. Gritarle a todo el mundo que se casaría con el hombre que más feliz le pudo haber hecho alguna vez.

Miles de "sí" se escaparon de sus labios, al igual que los te amo, al igual que los suspiros enamorados y que la dulzura infinita que lo inundaba, a él y a Jeongguk, quien sonreía tan grande y lloraba tan fuerte, y abrió sus brazos para que el pequeño cuerpo de Jimin se acomodara entre su pecho, sintiendo entre la carne y su costilla, la vibración del órgano vital.

Le susurró un te amo.

Que para él significa "te voy a amar por siempre, Park Jimin".

oh, enamorados.Where stories live. Discover now