𝟷𝟶. 𝚁𝚎𝚟𝚎𝚕𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜

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Brent Hagler se dirigió con velocidad al juzgad muy temprano aquella mañana.

Llegaba tarde para presentarse ante sus supervisores. Hacía días que no daba la cara, y es que hacía días que no tenía ni un solo progreso en el caso de Holly Saemann. Por supuesto que todos creían lo mismo que Nona, que esa mujer simplemente estaba desquiciada, pero él sabía que no, y al igual que él, todos en el juzgado creían que esa maldita mujer merecía la cárcel y no un hospital.

Por ello sabía que su supervisor lo reprendería y con justa razón; sin duda volvería a sacarle eso de que a él le permitían hacer lo que le venía en gana, que tenía toda la libertad del mundo para presentarse o no en las oficinas si así lo deseaba, siempre y cuando entregara resultados, y ahora lo único que iba a entregarle serían malas noticias.


Ni siquiera podía hablarle del diario de Holly; en primera instancia, porque los diarios íntimos no se consideraban como pruebas irrefutables, y segundo, porque, aunque así fuera, ¿qué probarían la sarta de locuras que había ahí escritas? Únicamente lo que él deseaba que no se supiera, que Holly Saemann podía estar desquiciada y punto. Aun así, pretendía continuar leyéndolo con tal de dar con un posible cómplice. Nadie le quitaba de la cabeza que Holly contaba con la ayuda de alguien.


Al entrar en el estacionamiento, ávido buscó entre los autos aparcados al ostentoso Ferrari negro de Nona, y lo encontró en el área deparada a los más importantes del juzgado.

—¿Y ahora, con qué otro desdichado se habrá acostado para obtener ese lugar de aparcamiento? —se dijo en voz alta una vez estacionado. Sorprendiéndose a sí mismo por el comentario machista que acababa de soltar.

—En realidad fue con una mujer —Hagler dio un respingo, en la ventanilla estaba asomado el perfecto y malvado rostro de Nona—, aunque no da para mucho, la pobre tiene sesenta y cinco años, ya ni siquiera piensa en el sexo. No cualquiera tiene tu virilidad —repuso con sarcasmo.

—¿Qué quieres?

—Necesito hablar contigo.

—Ah, pues yo no quiero hablar contigo. A menos que vengas a devolverme el diario, ¿lo traes? —La chica movió la cabeza en negativa —. Entonces largo.

—¿Así es como tratas a quien podría ser tu pareja?

—¿Pareja? ¿Realmente te sientes capaz de ser la compañera de alguien? No eres más que una traidora.

—Brent, por favor escúchame, ¿de acuerdo? Te aseguro que no es lo que tú piensas.

—¿Qué sabes tú sobre lo que pasa por mi cabeza? Déjame en paz que llego tarde.

La pasó de largo y la chica no lo siguió. Se quedó parada ahí, observando con una mirada melancólica cómo el hombre se marchaba a paso lento, pero sumamente seguro.

—Para ser mayor te comportas como un chiquillo —murmuró y dio la vuelta para marcharse de ahí.

—¡Hey, Brent! Al parecer este caso te está dejando pequeño. Escuchamos que esa loca de Holly te soltó tremendo golpazo en la cabeza.

Ese era Adam, uno de sus colegas.

—Pues, algo así. En realidad, no es para tanto.

—¿Bromeas? Escuché que tuvieron que llevarte al hospital.

—Sí, pero ella terminará aún peor cuando le dicten sentencia.

—¿Ya tienes pruebas que avalen su ingreso a prisión?

—Esa es información confidencial —agregó por último el detective, con una fingida sonrisa en los labios.

Claro que no tenía ni una sola prueba, pero no iba a decirlo.

Holly - Diario de una mujer caníbal [Completa]Where stories live. Discover now