c i n c o

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05 

—¿Todo bien? —Preguntó la doctora Ru, examinando con atención la pantalla que se cernía encima de la paciente.

—Sí, sí... No parece que haya ningún daño en el corazón, qué alivio.

Se dio por finalizada la intervención una vez la cardióloga la dio por concluida. Esperamos pacientemente a que la mujer se despertara para informarle sobre las buenas noticias.

—¿Así que no tengo ningún fallo? —Se tapó la boca con las manos, con lágrimas en los ojos. Rio.

—El estrés al que ha estado sometida durante este tiempo ha sido el causante de la taquicardia. Le haremos un par de pruebas más, solo para asegurarnos de que no es realmente nada grave, y entonces, va a poder irse a casa sin ningún problema.

Me sonrió mientras aceptaba la ayuda de las enfermeras para ser llevada hasta su habitación.

A continuación, deambulé por los pasillos hasta llegar a la sala de descanso, observando de vez en cuando todo lo que me rodeaba, las paredes demasiado blancas, fijándome en las caras de las personas que esperaban o eran atendidas, muchas de ellas, angustiadas.

La medicina era algo hermoso, ¿cómo podían odiarla tanto?

Agarré un paquete de galletas saladas y preparé un café de máquina para sentarme junto a mi compañera por el día. Nos mantuvimos en silencio durante un rato, hasta que ella no pudo aguantar más y se levantó para sentarse a mi lado del sofá, un sofá verdoso e incómodo.

La sala de descanso era muy pequeña, demasiado para el nombre de médicas que debían entrar. Eran cuatro paredes, literal, barnizadas con un marrón demasiado oscuro para un sitio tan pequeño, y este, decorado con algunas baldosas en colores beige que parecía que no se habían limpiado en décadas, puede que así fuere. En la zona izquierda de la habitación, había un pequeño mueble con apenas la suficiente superficie como para soportar un microondas y la cafetera. A su lado, una pequeña encimera con un, aún más enano, fregadero de acero. Nunca nadie había utilizado aquel grifo, así que no descartaba que no saliera agua.

—¿Hoy es el día, no? —Asentí, algo insegura. Sí, finalmente había llegado el día.

Habían pasado ya cuatro meses des de que el chico había llegado a mi casa. Había resultado ser un gran compañero de piso con el que hablar. Aún tenía dificultad para mantener conversaciones de mucha duración conmigo, pero ya no se dedicaba a contestarme con monosílabos cada vez que pensaba que había hecho algo mal y tampoco se sentaba en el suelo a esperar que le diera comida.

Tanto mi hermana como mi madre y también algunas de mis compañeras, me habían estado presionando para que finalmente me consiguiera una pareja, así que hoy era el día. El día en el que iba a tener una cita a ciegas con alguien.

La primera cita a ciegas que había tenido nunca. Y rayos, que estaba nerviosa.

Había sabido de ella ya que teníamos una amiga en común. La chica en cuestión, llamada Song-i, era abogada, según mi amiga, una de las mejores. Y supuestamente, también era muy guapa.

La verdad era que no estaba muy segura de como debía sentirme al saber que hoy tenía una cita. Estaba nerviosa, pero no emocionada, solamente me estaba dejando llevar.

—Sí, hoy es el día, supongo.

—¿Cómo que supones? ¡Más te vale no dejarla plantada! Ha estado muy emocionada por poder conocerte finalmente. Le he hablado realmente bien de ti, así que no te preocupes, solo sé tu misma, sé que le vas a encantar.

Asentí con la cabeza para autoconvencerme de que así sería.

Tampoco es que pasara nada si no le gustaba, no iba a derrumbarme por no gustarle a alguien. El mundo era muy grande, si tenía que estar con alguien, terminaría por encontrar a esa persona.

Ambas estuvimos trabajando durante una jornada de ocho horas más, cubriendo algunas bajas que había habido últimamente en la plantilla. Finalmente y después de un montón de madres preocupadas por sus bebés ya que tenían un poco de fiebre, pude retirarme del trabajo y poco después, llegar frente al bloque de apartamentos en el que vivía, ya no tan sola. Sonreí, contenta.

Me alegraba haberme quedado con él.

Subí por el ascensor, feliz de por fin poder descansar un poco y no tener que encargarme de absolutamente todo, por fin de poder ser un poco irresponsable.

Abrí la puerta de casa y no pasaron ni dos segundos antes de que unas pantuflas demasiado grandes para mi talla de pie aparecieran. Cada día era más grande, como si realmente un hombre de su edad estuviera creciendo más de lo que ya lo había hecho. Se encontraba vistiendo unos pantalones tejanos de color gris, ajustados a sus esveltas piernas. Llevaba el torso cubierto por una sudadera completamente negra y el pelo castaño peinado hacia atrás. Me sonrió, mostrándome los dientes.

—Hola Sang, ¿cómo ha ido el día?

Pasé al interior de mi casa y le di un apretón en el brazo, sonriendo. Dejé los zapatos para poder cambiarme a algo más cómodo y me estiré, relajando os músculos que tenía tan cansados.

Caminamos juntos hasta llegar al comedor. Me tumbé sobre el sofá, exhausta, él se sentó a mi lado.

—Muy bien, cansada, pero muy bien.

Alargué el brazo para poder tocarle el pelo. Le revolví un poco el flequillo y este, cayó por encima de sus ojos. Sus mejillas se colorearon. Tenía el pelo más suave que yo y me daba envidia.

—Voy a cocinarte la cena, no voy a poder comer contigo hoy.

Me observó, mordiéndose levemente el labio. Asintió con la cabeza mientras se fregaba las palmas de las manos.

Fue una tarde lenta, preparé la cena para el chico, en silencio, mientras él simplemente yacía sentado en el sofá, sin moverse.

Nunca me preguntaba qué debía hacer cuando le decía que no podría hacer algo con él, simplemente asentía y se quedaba callado durante un tiempo. Había mejorado un poquito su confianza conmigo, pero seguía habiendo cierta hostilidad que me parecía imposible eliminar.

Puede que supiera la solución al problema.

Lo miré y caminé hasta estar delante de él, me crucé de brazos e inclinó su espalda hasta que esta estuvo apoyada contra el dorso del sofá. Observó cabizbajo la tapicería y sus piernas.

—RM —Consagré, satisfecha conmigo misma. Él me miró desde abajo, confundido— Te pareces a un rapero que vivió hace tiempo, así que tu nombre, va a ser RM, ¿te gusta?

Se lo pensó, y mucho, pero, finalmente, sonrió y asintió.

¿Sería aquello suficiente para que esa tensión entre nosotros desapareciera?

Femme ✥ Knj ⁑Where stories live. Discover now