Prologo

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Gondo Firebeard se cambió a su ropa de trabajo.

Eran un conjunto de monos de trabajo toscamente diseñado, hechos a partir de varias telas resistentes cocidas juntas. Su elasticidad era pobre y no era cómodo llevarlos puestos. Eran una mala elección para servir de ropa diaria. Sin embargo, eran excepcionalmente adecuados para trabajar en los túneles de la mina, donde las condiciones eran malas. Usarlos podría no parecer gran cosa, pero poder usar tal equipo era revolucionario si se rememoraba la historia del pueblo Enano y la forma en que trabajaban los túneles en un inicio estando prácticamente desnudos.

Después de eso, se colocó un yelmo, del tipo que la infantería ligera usaría. El interior de las minas era muy húmedo, y usarlo irectamente sobre la piel sería incómodo debido al calor y a la caída del sudor. Por tanto, todos los mineros rellenaban el interior de sus yelmos con gruesas toallas.

Finalmente, se colocó un par de placas pequeñas alrededor del cuello. El número cinco se encontraba inscrito en las placas metálicas. Implicaba que él se encontraba en el día final de su régimen de trabajo de cinco días sí y cinco días no.

En otras palabras, Gondo pronto estaría libre a partir de mañana.

Luego de completar sus preparativos, Gondo emergió del vestidor y se dirigió directamente al lugar habitual, el cuarto de espera.

Gondo se apretujó entre numerosos enanos e inmediatamente divisó su nombre en el tablero de mensajes. Había otros cuatro nombres en la misma columna que la suya. Ellos serían sus compañeros de turno — sus colegas de trabajo para hoy.

Encontrar a los colegas de uno, a la gente que compartiría el esfuerzo, era facilísimo dentro de este atestado cuarto de espera. Parecía que Gondo era el último en llegar, porque sus colegas ya se habían percatado de él antes de que pudiera acercarse apresuradamente.

"¡Ohhh! ¡Gondo! ¡Ha pasado mucho tiempo!"

"¡Jo! ¡Gagaiz! Soy afortunado por tenerte de líder de turno. Será bueno trabajar contigo. ¡Y lo mismo para los demás!"

"¡Jo, Gondo! ¡Hoy hagamos nuestro mejor esfuerzo!"

"Mm, mm. ¡Hoy es el quinto día! El último día. ¡Pondré todo lo que tengo en ello!"

"Ha~ Me dan ganas de flojear~"

Continuaron charlando así mientras dejaban el cuarto de espera y registraban la salida de picos, palas, y otras herramientas.  Después, tomaron raciones y bebidas — fiambreras y dos litros de agua, almacenadas en un objeto mágico que mantenía una temperatura constante.

Sin embargo, no había rastros de la adorada bebida de los enanos, cerveza. No había forma de que estuviera ahí. Aunque era verdad que los enanos tenían mucha resistencia al alcohol y no se embriagarían con unas pocas bebidas, ningún jefe minero permitiría nunca que sus valiosos trabajadores tocasen la bebida demoníaca mientras trabajaban en los peligrosos túneles.

Dicho esto—

Uno de los enanos tomó un trago de un petaca que tenía en la cintura, una que no le habían entregado.

"Fuahhh~"

El aire que exhaló estaba impregnado con el aroma del alcohol.

Tampoco era el único en hacer algo así. Gondo también tenía numerosas bolsitas como esa.

Por supuesto, no tenía alcohol. Sin embargo, tenía petacas con agua, sopa, cinco barras de dulces cocinados, y pan enano para suplementar sus raciones.

El interior de los túneles era caluroso y húmedo, así que además de consumir calorías adicionales, ellos tenían que beber más agua también. El hecho era que las raciones que les habían entregado eran lo mínimo necesario para ellos. Sus jefes eran de los del tipo que recortaban los costos siempre que podían.

Overlord Volumen 11:Los artesanos enanos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora