| Vol. IV Atmosphere |

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Su habitación apestaba a tabaco y perfume, pero por lo demás estaba impoluta. No me imaginaba a Billy la clase de persona que tendría su cama bien hecha y la ropa recogida.

Él se había dedicado a leer y releer los puntos del trabajo mientras yo había empezado a escribir en uno de los cuadernos que había traído, pero estaba segura de que si leía los últimos párrafos que llenaban la página ninguno de ellos tendría sentido, porque de vez en cuando mis ojos se centraban en cómo Billy se fumaba otro cigarro.
Ahora que le tenía delante, estaba aguantándome las ganas de preguntar qué había pasado. Por qué no había aparecido, por qué había abandonado su coche así y si sabía el estado en el que se encontraba.

El tiempo pasaba y ninguno decía nada, y cuando ya no podía especular más sobre lo que yo entendía de las enfermedades sexuales, tiré el lápiz en la mesa de su escritorio, estirándome y crujiendo mi espalda.

"Deberíamos ir a la biblioteca" dije, girándome hacia él en la silla.

Sus ojos se separaron del papel por primera vez en toda la tarde y me analizaron mientras daba otra calada.

"Tienes una idea un poco rara de cómo pasar un viernes por la noche, rizos" dijo, levantándose de la cama y acercándose a su espejo, inspeccionando su aspecto.

Narcisista.

"No digo ahora. Podríamos ir el lunes después del instituto" dije, recogiendo mis cosas y preparándome para irme. Ya era muy tarde y tampoco es que sintiera que estuviera siendo muy productiva, teniendo en cuenta que mi compañero me estaba ayudando lo mismo que podría ayudarme la pared de mi habitación. Definitivamente, había sido una mala idea.

"¿Una cita?" Se giró hacia mí, sonriendo de medio lado y colocando las manos en sus caderas.

"¿Qué? ¡No!" Respondí inmediatamente, sintiendo cómo los nervios me apretaban la boca del estómago.

"Ya decía yo que todo esto de querer hacer el trabajo conmigo era por algo. Pero si me hubieras preguntado directamente, te habría dicho que sí" siguió hablando, caminando hacia mí. Por un segundo me paralicé, pensando que iba a hacer contacto físico conmigo como cuando me dio el beso en la mejilla antes de bajar del coche. No separó sus ojos de los míos, y cuando se inclinó no fui capaz de apartarme. Estaba tan ensimismada con la forma de sus labios, su actitud y el rizo que adornaba su frente que, si me hubiera besado en ese mismo instante me habría dado igual.

Los segundos se hicieron eternos, y cuando su mirada bajó hasta mis labios noté un escalofrío recorriendo mi cuerpo.

"¿El lunes?" Preguntó, con la misma sonrisa de siempre.

"Sí" alcancé a responder, carraspeando mi garganta, como si eso me hiciera recobrar un poco de mi compostura.

"Pues no lleves coche. Esta vez conduzco yo" dijo, guiñándome el ojo y apartándose, pero quedándose donde estaba. Me sentía como si estuviera pasando algún tipo de prueba y él estuviera evaluando mis reacciones.

El coche. Dally, ha hablado del coche. El Camaro.

"Pero, Billy, tú coche..."

"Lo sé, lo sé. Mañana hablaré con el mecánico. Al viejo le encanta el coche y estoy seguro de que me hará un buen precio por las ruedas" me interrumpió.

Debía contárselo. O a lo mejor no. Pero no sabía cuál iba a ser su reacción si se encontraba el coche así mañana y yo no le había dicho nada. ¿Por qué me importaba su reacción? ¿Por qué me importaba todo esto? Me negaba a reconocer que sentía una empatía enorme e innecesaria por él. Tenía que decírselo.

SHUT YOUR MOUTH | Billy Hargrove | Stranger ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora