El descenso al infierno

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Siguiendo las instrucciones, KyungSoo llegó al monte Ténaro. No le fue difícil encontrar la puerta del infierno, tan precisa como había sido la torre en sus explicaciones. Ahí comenzaba una senda sin caminantes que llevaba directamente al palacio de YiFan y Tao, dioses del infierno.

KyungSoo, nervioso y un poco asustado, se adentró en el sendero oscuro, provisto de un trozo de pan empapado en una mezcla de agua, aceite, huevos y miel en cada mano. También llevaba dos monedas en la boca.

Tras andar un largo rato por el camino solitario, el pequeño pelinegro divisó a lo lejos el asno cojo cargando la leña. Su dueño, también cojo, lo seguía a duras penas, y lo llamó para pedirle ayuda de forma lastimera.

—Hermoso joven, ayúdame a buscar hierbas chamizas para sujetar la carga que lleva mi asno. Si no lo hago, se le caerá.

KyungSoo apresuró el paso y siguió de largo, sin decir una palabra. Ni siquiera se atrevió a mirarlo a los ojos para no sentir pena por el anciano. La torre le había advertido sobre él.

Pronto llegó al lago estigio y divisó a lo lejos la balsa del barquero Henry. Tan avaro como su jefe, YiFan, no hacía nada a cambio de nada. Así que para atravesar el lago, era imprescindible pagarle una moneda. Los muertos a quien nadie había provisto de la moneda se quedaban para siempre vagando por el río infernal sin llegar nunca a su destino.

KyungSoo se acercó al barquero y abrió la boca para que él mismo tomara la moneda. Henry hizo que se sentara en la barca con un gesto brusco y comenzó a remar con calma. Cuando ya estaban llegando, apareció nadando una de sus hermanas, Jennie, en avanzado estado de descomposición.

—KyungSoo, KyungSoo, por favor, déjame subir a la barca —Gritó la chica desesperada.

KyungSoo, con los ojos llenos de lágrimas, se obligó a mirar a otro lado mientras los ruegos lastimeros de la chica se fueron alejando hasta convertirse en un eco. Henry se rió cuando vio los escrúpulos del pelinegro.

—Si vuelve a aparecer, le daré con el remo en la cabeza a esa chiquilla llorona.

Por fin llegaron de nuevo a tierra y KyungSoo se dirigió al palacio de YiFan y Tao. Ya lo veía a lo lejos, cuando se topó con unas ancianas tejedoras que le rogaron que les tocara la mano. El pelinegro, temblando, empezó a correr. Todavía le resonaban en los oídos las palabras de la torre.

—Pasa junto a ellas sin mirarlas porque no te conviene. Piensa que todas las sombras que se dirijan a ti, estarán obedeciendo órdenes de BaekHyun, que les ha dicho que te roben uno de los panes mojados, ya que, si los perdieras, jamas podrías regresar a la vida —Le había dicho la torre antes de partir.

Al llegar a la puerta del palacio, le sorprendió Cerbero, el perro de tres cabezas. KyungSoo retrocedió aterrorizado. La torre le había dicho, burlona, que las tres bocas abiertas asustaban a los muertos, aunque ningún mal podía hacerles. Pero él sí debía tener cuidado. KyungSoo lanzó el primer trozo de pan y Cerbero cayó sobre él. El chico aprovechó el momento para colarse al palacio y llegar hasta Tao, que lo recibió feliz de tener compañía del exterior. KyungSoo no se confió puesto que recordaba las palabras de la torre.

—Quizás Tao te mande a sentarte y te de muy bien de comer. Sin embargo, tú acomódate a los pies del dios y acepta solo pan negro. Pide luego, de parte de BaekHyun, y vete cuando se te permita.

KyungSoo actuó como la torre le había dicho. Al momento de volver, le lanzó el otro pan a Cerbero y le dio moneda que le quedaba a Henry. Cuando llegó a la puerta de la cueva y vio de nuevo la luz de sol, se emocionó. Y como sucedía con todos los que regresaban del infierno, desde entonces valoraría como un tesoro la luz del día.

KyungSoo había seguido todas las instrucciones que le había dado la torre y había tenido éxito. Solo quedaba un consejo que la torre le había repetido numerosas veces.

—Por encima de todas las cosas, no intentes abrir o mirar el interior de la caja que te dio BaekHyun, no intentes descubrir el secreto de la belleza divina.

Sin embargo, el necio KyungSoo no podía pensar en otra cosa. Se sentía fascinado por el tesoro que tenía entre las manos. Su curiosidad, que era su mayor perdición, lo tentaba a abrir la caja.

—Sería estúpido si, cargando con la divina hermosura, no descubriera ni siquiera cómo es.

Incapaz de resistirse más, abrió la caja. BaekHyun ganó al fin. Tras superar las pruebas más duras, KyungSoo cayó inocentemente en la última trampa que le había preparado su suegro. Porque en el interior de la caja no se encontraba el secreto de la belleza, sino un sueño infernal y profundo.

Así que no había terminado de entreabrir la tapa de la caja, cuando el precioso KyungSoo ya sentía los ojos pesados. Primero su cuerpo fue perdiendo fuerza y luego su cerebro dejó de responder. El chico cayó dormido en medio del camino, haciendo que fuera casi imposible despertarlo.

Su cuerpo casi no llegó a tocar el suelo, porque cierto moreno a quien él amaba con su vida lo tomó entre sus fuertes brazos y le dio un beso de amor verdadero en los labios. En efecto, era Kai. El dios, encerrado en el palacio de su padre, no había podido resistir la ausencia de su amado KyungSoo. Lo había perdonado y se había escapado por la pequeña ventana de la estancia donde estaba prisionero para encontrar a su esposo.

KyungSoo volvió en sí lentamente. Tras tantos días de sufrimiento y de terror, el contacto de los labios amados hizo que se conmoviera tanto que las lágrimas empezaron a salir sin poder evitarlo. Aún tenía los ojos cerrados, no los abría por miedo a que no fuera Kai quien lo tenía entre sus brazos y su sufrimiento no hubiera llegado a su fin. Sin embargo, Kai, besándolo de nuevo, le dirigió palabras duras pero llenas de ternura.

—Niño estúpido, ¿no escarmientas? De nuevo estuviste a punto de morir por culpa de tu curiosidad.

Y, al reconocer su voz, KyungSoo abrió los ojos y lo abrazó y besó tantas veces que parecía que ya no podrían separarse.

Cupid and KyungSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora