III

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Mis manos estaban glaciadas. Vaya, suena raro decir esa palabra, ¿verdad? Pero más extraño como mis manos pasaron de estar a baja temperatura, a tan alta de tener la necesidad de retirar las manos de aquella taza de porcelana, creo.

Estaba en una mesa redonda, de madera ennegrecida por el paso del tiempo y por la cantidad de líquidos derramados en ella. Las patas eran del mismo material, pero más claras, más recientes (o esa impresión transmitían), creando una especie de equis. 

Mis ojos enfocaron algo, bueno, a alguien. Se toparon con el brillo de un pelo sinuoso, pelirrojo. Y también se toparon con el negro insondable de los ojos de Claire, la camarera del mes de la cafetería Jules' Café, o eso ponía en la pared de la entrada. Lástima que era la empleada del mes, de hace dos años y tres meses. Aun no estaba en la compañía. Los ojos de aquella chica a la que tanto envidiaba se desviaron hacia mi derecha, cuando me di cuenta de que en una bandeja llevaba más bebidas, para otros clientes. Y la envidiaba (por si os lo preguntáis), porque tenía algo que no todos tenian... Venga ya, ¿quién tiene ojos azabache y pelo rojizo como las hojas en otoño? Exacto, nadie.

La sutil caída de gotas y el sordo sonido que producían al toparse con las ventanas del establecimiento me despertaron de mi alejamiento con la realidad. Esa misma tarde la dirección de la compañia colgaría en la pared del hall los resultados de las pruebas, y, dirían, quién sería la afortunada Odette/Odile. Y quién no lo sería.

Pasaron las horas y yo seguía allí sentada, mirando al exterior. Estaba claro que yo no iba a ser Odette. Ni tampoco Odile. No iba a ser nada, iba a ser el simple relleno en las obras. 

Cuando me dí cuenta, el pianista de mi clase de los martes entraba por la puerta de la cafetería. Enseguida me miró y demostró alegría al verme.

—¡Enhorabuena Cara! —me sorprendió ese comentario así que únicamente pude balbucear.

—¿Qué?

Lo miré algo extrañada y enseguida comprendí que me habían cogido para representar algo. Tal vez un papel de solista o algo así por el estilo. Igualmente, no era lo mismo que ser Odette/Odile. Igualmente, era algo. E igualmente, tenía que saber que papel representaría.

Cogí el monedero y dejé algunas monedas en la mesa, sin importarme haber dejado algún que otro dolar de más. Icé el bolso a mi hombro y salí deprisa de la cafetería. Me inquietaba la curiosidad de saber a qué me dedicaría esta temporada. Y lo hacía bastante. Corrí hacia la entrada de la compañía, pero cuando me estaba decidiendo a entrar me paré, ¿de verdad quería humillarme a mi misma sabiendo que no había llegado a ser nada? Maldigo el momento en el que me negué a escribir mi candidatura a ese roll.

Caminé con lentitud y me adentré en todo el barullo de gente. En la pared había un corcho repleto de pequeños papeles fosforitos, y una voluminosa hoja blanca. Ella era la protagonista.

Leí mi nombre y una lágrima acarició mis pomulos.

             *       *       *

—¿De verdad creías que iba a dejar que una fantástica bailarina como tú no representara algo en el Lago de los Cisnes? -su nauseabundo olor a anís me atravesó el cuerpo mientras me hacía tal cosa como esa, un cumplido— Eres una buena bailarina, y eres trabajadora. Creo que he elegido un buen papel para ti, Schreibvogel —estaba sentado ante su mesa de madera, yo de pie, frente ella.

—¡Pero yo no quería ser la sustituta de Odette/Odile! ¡Eso es peor que ser una maldita segunda bailarina! —ese hombre me sacaba de los nervios. Él había adoptado mi papel de calma y prudencia. Yo me había transformado en un mar de furia entre esas cuatro paredes que eran su despacho.

—Si de verdad no te gusta el papel se lo podemos dar a Svetlana Markova, seguro que como buena amiga suya te alegrarás.

—De verdad, no sé cómo te las apañas para hacerme esto. Yo no quise presentarme por algo —escupí aquellas palabras como si quemaran y debiera retirarlas por un acto reflejo. Y aunque hubiera dicho ese algo, no sabía por qué no me había presentado.

—Sé que quieres, pero es lo que todos desean. Y por una cara mona no lo vas a conseguir, bonita.

—¿Y qué hago? —dije soltando mis brazos— Voy a pasarme meses ensayando una coreografía que no voy a poder representar. Es hacer un esfuerzo en vano. Si no voy a bailar nada en el escenario, ¿para qué? —mis ojos se mojaron un poco, pero no llegando a revelar lágrima alguna.

—Nadie ha dicho que no puedas representar nada en la obra. Recuerda que eres la sustituta y... Y si algo sucede con Chiara, tú serás la protagonista. Pero únicamente lo serás si algo le ocurre a la señorita Ferragamo —tardé en procesar aquella información tan sutilmente dicha. Van Coughen estaba insinuando que tenía que hacer algo. Tenía que conseguir que algo sucediera con Chiara. Y él estaba seguro de que sería capaz de cualquier cosa con tal de conseguir ese papel.

—¿Está insinuando que...?

—Tal vez —dijo mientras ladeaba la cabeza hacia la derecha—, o tal vez no. Todo depende de lo que suceda en tu cabeza —dejó escapar una sonrisa. Pero no una de esas que expresan alegría, sino de las típicas de 'sí'. Me quedé paralizada, ya que no lo estaba insinuando, él quería que yo hiciera algo, y eso, me fastidió. 

—Mejor me voy, y mejor me alejo de usted y de su perturbada mente —alcé la voz un poco, ya que estaba cabreada por pensar que Van Coughen creyera que iba a ser capaz de hacer alguna crueldad por un simple papel en la obra.

Mientras me dirigía hacia la puerta, el hombre dijo: —Sé que acabarás siendo Odile, Cara.

Dijo Odile, pero no Odette. Vaya. Iba a salir lo más rápido posible, pero una chica unos dos centímetros más alta que yo, con el pelo por el pecho, castaño claro, al igual que sus ojos me puso la zancadilla.

—Cuidado Schreibvogel —dijo—, no vaya a ser que de caerte ya no puedas bailar.

Me quedé sorprendida, ya que no había visto a esa chica en mi vida. Mientras cerraba la puerta, oí al director mencionando un 'Oh señorita Ferragamo, cuanto me alegro de verte'. Y supuse que era ella. Ella era la elegida a ser Odette y Odile. Yo, sin embargo, me quedaría entre bastidores esperando a que algun fallo suyo me dejara sorprender al público.

 Cerré con un portazo algo fuerte y las personas que estaban en el pasillo se alteraron.

Salí del recinto y pedí un taxi. Estaba saliendo una hora y media antes de lo normal, pero no podía más. Había sido un día duro y sólo tenía ganas de relajarme. Seguramente mi madre lo comprendería, creo.

*   *   *

—¡Qué haces aquí! No te habrán expulsado, ¿verdad? —mi madre era algo estricta, con algo me refiero a extremadamente inflexible.

Mi infancia había sido todo un oceano de mentiras. Mi madre intentaba llenar el vacío de mi padre con maillots y barbies, pero, yo realmente quería saber quién era él. Todos me decían que tenía la mejor madre del mundo, aquella que te compraba cosas y que celebraba tu cumpleaños invitando a todos tus compañeros de clase, pero... ¿Dónde estaría mi padre? ¿Acaso no me quería y huía de mi? ¿Por qué no estaba conmigo? Con los años comprendí que me daba igual ese hombre, y a la edad de diecinueve mi madre me dijo que quería tener una hija, pero no un varón al que aferrarse.

—Mamá, no... —dije cabizbaja— Me han seleccionado para ser la sustituta de la principal.

Mi madre me miró extrañada y supuse lo que pasaría por su mente '¿Acaso no eres lo bastante buena? Ya suponía que no te iban a coger si no te esforzabas'.

Voy a ser capaz de cualquier cosa para ser Odette. Odile ya soy yo.

OdetteWhere stories live. Discover now