Epílogo

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Pasaba una página de su libro a la vez en que escuchaba como todos allí entrenaban Beyblade. Alzó un poco la mirada para ver a su novio que estaba sudando y preparándose para su siguiente lanzamiento. Se secó el sudor que corría por su frente con su antebrazo para luego iniciar con el conteo regresivo y el grito indicando que ya estaba lanzando. La muchacha sonrió de lado para rodar los ojos y volver la vista a su libro. Ya llevaban alrededor de 40 minutos allí, y siete meses en pareja.

Soltó una risita recordando hacía tiempo atrás esa escena, pero siendo amigos. Realmente, si se enteraba, en ese entonces, que sería la novia de Lui Shirosagi, quizás terminaba desmayandose del asombro.

Se reacomodó en su lugar mientras volvía la vista a su lectura; pero rápidamente, la desvío a ver al de cabellos celestes, algo juguetona.

El blader se incorporó luego de eso para girar a ver a la castaña, que lo observaba de esa manera. Alzó una de sus cejas para ver como la mirada de la chica cambiaba un poco, provocando que él se acercara a donde estaba.

—¿Qué me miras tanto?— apoyó sus manos a los costados del asiento de la muchacha, luego de haberle quitado el libro de las manos.

—¿Acaso no te puedo ver?— preguntó haciéndose la indignada, mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.

—Puedes mirarme; pero aquí no me acoses— dijo al tiempo en que un ligero sonrojo se adueñaba de sus mejillas.

_____ dibujó una tierna sonrisa al nuevo color que había en la cara del chico, mientras que apoyaba sus manos en sus mejillas a la vez en que las apretaba, dejándolo como si tuviese un pico.

—No tienes de que avergonzarte, Luosito.

—¿Segura?— nuevamente, alzó una de sus cejas, mientras que ella sentía —Esta bien.

Y de un segundo para otro, hundió su cabeza en el cuello de la de ojos celestes, repartiendo pequeños besos por toda esa zona, provocando que ella riera nerviosa y se sonrojara, intentando separarlo un poco.

A los segundos se alejó, dibujando una sonrisa pícara al ver la cara de su novia, la cual la misma la tapaba de la vergüenza.

—¿No era que no había que avergonzarse?— preguntó juguetón.

—¡Ya!— exclamó aún con las manos en el rostro.

Él soltó una pequeña risita para cargarla en uno de sus hombros, haciendo que ella golpeara su formada espalda por lo que hacía, mientras que pedía que la bajará. Haciendo caso omiso, él comenzó a girar, para terminar riendo junto a ella.

Desde una de las paredes del gimnasio, Gabe Brunai los observaba. Estaba feliz de que su amigo, al fin, estuviese con la persona que tanto amaba en esa vida. Pero aún había algo pendiente que el de cabellos celestes le debía; y era el dinero por esas caras rosas que le había llevado hacia meses en su declaración.

Amigo para todo, ¿no?

Negó divertido pensando en arruinar aquel momento, pero decidió que siguieran riendo. Mientras que él era el único que los veía con una sonrisa, los demás los veían algo incómodos, sorprendidos o, directamente, ni los veían.

El morocho terminó de estirar para tomar su abrigo y marcharse de allí, pensando en una idea para arruinarles un momento más adelante.

[...]

—¡Llegaron! ¿Qué quieren para comer?— preguntó la madre de la muchacha, viéndolos atravesar la puerta de la cocina.

—Sorprendeme, mamá— dijo sonriendo de costado el blader, mientras recibía un codazo de parte de su novia por la forma en que había llamado a su propia progenitora.

La mujer sonrió gustosa de la confianza y siguió preparando el platillo que estaba haciendo. _____ se ofreció a ayudarla mientras que Lui hacia lo mismo. Los tres trabajaban para finalmente, servir los platos y cenar tranquilamente.

Charlaron de cómo les había ido en el día y demás, hasta el momento en que ya se había hecho bastante tarde. El de cabellera celeste comenzó a despedirse para retirarse a su hogar, pero la mayor se lo negó, algo que lo confundió un poco. Le indicó que se quedará a dormir así mañana partía de vuelta a casa; no permitiría que su futuro yerno anduviera a esas altas horas de la noche por las calles.

Cuando todos se habían ido a acostar, supuestamente, la castaña se levantó de su cama en silencio, procurando no hacer ni el mínimo ruido. De la misma forma, se dirigió a la habitación de su madre, notando que esta ya se había quedado dormida. Y aprovechó.

Al llegar al living, se acercó hasta el sillón en el cual descansaba su novio. Se sentó a pies de este para mirarlo de reojo.

—¿Qué pasa?— preguntó bajo, aún sin abrir sus ojos.

—¿El sillón es cómodo?— respondió con una pregunta la muchacha, mientras seguía viéndolo inocentemente.

—No— se quejó mientras se reacomodaba.

—Perdona que la habitación de invitados esté ocupada por cosas que trajo mamá del viaje. Además, no querías dormir en mi cuarto— dijo dibujando una sonrisa de lado, con obviedad.

—Quedaría muy mal de un caballero quitarle la cama a una dama— abrió sus ojos para verla con un brillo que no solía ver siempre.

—¿Caballero?— aguanto la risa al tiempo en que tapaba su boca con una de sus manos.

El de cabellera celeste rodó sus ojos púrpuras para volver a cerrarlos.

A los segundos, ella volvió a interrumpirlo.

—¿Te parece que vayamos a ver las estrellas?— preguntó bajo.

Sin palabra alguna, Lui abrió sus ojos para verla, aceptando la propuesta.

Evitando producir ruido alguno, salieron de las paredes del hogar, para llegar al patio trasero y sentarse en el césped, uno al lado del otro. El de apellido Shirosagi, pasó uno de sus brazos sobre los hombros de la chica, atrayéndola más a él. En cambio, la apellidada Tsuniko, apoyó su cabeza en su hombro, para luego, él apoyar la suya sobre la de ella.

El amor no es siempre andar diciendo "te amo". Con simples acciones, es más que suficiente. No por nada, un abrazo lo había enamorado, algo que nunca antes había recibido de alguien.

UN SIMPLE ABRAZO |Lui Shirosagi y tú|Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt