Capítulo IV

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   Cuando despertó, lo primero que hizo, fue ducharse, sentía que la cabeza iba a explotarle y su estómago se devolvía constantemente.

   Habían pasado algunos días más. Su mamá seguía diciéndole que debía comer más, porque le parecía más delgado. Él apretaba los dientes y le decía que lo haría.

  Y aunque lo intentaba, de verdad lo intentaba, nada daba resultados. Él seguía igual de delgado, e incluso iba empeorando. Casi se notaban sus costillas.

   Rogaba que todo se apresurara. Que terminaran luego con esto. El dolor era demasiado intenso.

   Se había encontrado con Niall un par de veces y este le había presentado a un amigo, Liam. Él, por su parte, les había presentado a Zayn y habían congeniado enseguida. Él estaba feliz por Zayn. Tendría a alguien que lo sostuviera.

   Harry era otra historia. Él, no lo miraba, no le hablaba, ni siquiera parecía sentirlo. Lo extrañaba, pero era mejor así. Estaba bien.

   Estaban bien.

   Casi se sintió morir, cuando vio un día, sobre la muñeca contraria, su tatuaje tapado con una pulsera.

  ποτέ δεν κλαίνε (Nunca llores)

   Lo había cubierto. No quería verlo. No quería que lo vieran. Su rostro cayó, su vista bajó a su muñeca propia. Sonríe, por siempre.

  Perdón, justo ahora es imposible. Se recostó sobre sus brazos cruzados y se permitió llorar en silencio. Hasta que se durmió.

  —Tomlinson, ¿No quiere usted una manta, para estar más cómodo? —Preguntó una voz, casi lejana. —Tomlinson, despierte, que le estoy hablando.

   Louis levantó a penas la vista, viendo casi borroso al profesor, cubrió un bostezo con su mano derecha, viendo en ella el tatuaje, nuevamente. Cuando se dió cuenta de lo que había pasado, pidió disculpas con la mirada, sin querer discutir. El profesor alzó una ceja, cuestionándolo silenciosamente.

   —Lo lamento, no volverá a suceder. —Susurró.

   —Claro que lo lamenta, ahora, fuera de mi clase. —Suspiró. Se levantó y caminó sin chistar, pero como su suerte no era de las mejores, y sin duda el mundo quería acabar con él, sus pies hicieron un extraño movimiento, haciéndolo caer sobre alguien. Alguien alto y con rizos. Harry.

   —L-lo siento —Se disculpó, Harry lo había detenido antes de caer al suelo totalmente, tomándolo de la cintura. —F-fue sin querer, ya me puedes soltar.

   Se alejó, casi como si el tacto del más alto quemara. Él tenía la mandíbula tensa. Realmente daba un poco de miedo.

   Salió del salón a paso apresurado y cuando se encontró afuera, cayó de trasero al suelo, sin poder sostenerse del todo.

   Su cuerpo estaba temblando demasiado. Casi con violencia. Estaba próximo a convulsionar. Hasta que todo se volvió negro.

   Cuando la clase terminó, la puerta del salón se abrió y el primero en salir gritó por ayuda, diciendo que había alguien, que al darlo vuelta notó era Louis, desmayado frente a la puerta.

   Harry, al escuchar el alboroto, pasó por entre las personas, empujándolas sin importarle la seguridad de los demás y lo tomó en brazos, acercándolo a su pecho, con el miedo corriendo en sus venas.

   Ya había sucedido una vez, cuando se encontraban juntos, pero no creyó que haya demorado tanto en despertar. Casi corrió por los pasillos hasta la enfermería de la universidad.

   Golpeó esta con el pié, sin querer soltar al chico que tenía entre los brazos.

   La enfermera salió casi soltando humo por el golpe que le habían propinado a la puerta, pero se relajó al notar la situación.

   —Entra y déjalo en la camilla. —Ordenó, corriendo hacia el interior, preparando todo, para hacerle una ficha y examinarlo un poco, ante la atenta mirada de Harry.

   —¿Eres su amigo? —Preguntó ella, estirando la ficha, para que él pudiera llenar sus propios datos, mientras ella se encargaba del chico sobre la camilla.

  Puso la cortina, esperando la respuesta del rizado.

   —Soy su compañero de salón —Estaba tenso.

    —Bien. —Siguió ella. Hubo una pausa y luego extraños sonidos. Ella salió apresurada, tomando su implementación y volvió a entrar, cerrando la cortina. Los sonidos no se detenían.

   —¿Qué sucede ahí dentro? —Preguntó demasiado ansioso y tenso, iba a avanzar, a abrir la cortina y sacar a la enfermera de ahí si le estaba haciendo algo a su chico.

   Ya no es tu chico.

   —Por tu bien mental —Dijo ella jadeando y apresuradamente —No entres.

  Pero la situación, por más que no lo quisiera, lo estaba sacando de quicio. Así que casi con furia abrió la cortina. El aire se fue repentinamente de sus pulmones.

  Debería haberle hecho caso.

  Louis tenía entre los labios un aparato que no dejaba que mordiera su lengua, mientras su cuerpo se sacudía, con fuerza sobre la camilla. Parecía estarse calmando de a poco. La enfermera mantenía su cabeza con ambas manos.

   Una vez se hubo calmado, descansó nuevamente. La señorita le sacó aquel artefacto de la boca y soltó su cabeza cuidadosamente sobre la almohada.

   —¿Por qué sucedió? —Trataba de verse lo más serio posible, pero el corazón le dolía. Estaba espantado.

   —Desnutrición. —Fue lo que ella arrojó. —No ha estado comiendo bien. Además de que, por lo poco que pude sentir, está bajo peso. Demasiado.

    Su corazón se estrujó un poco. ¿Qué estaba pasando con este chico?

   Demonios. Se estaba yendo todo a la mierda tan rápido, que no había forma de frenarlo.

   —Dígale, cuando despierte, que un compañero lo trajo. —Apenas terminó de decir eso, el celular de Louis comenzó a sonar. Él lo tomó entre sus dedos.

   Zee.

   Apretando los dientes contestó, ante la atenta mirada de la enfermera.

   —¿Louis?, ¿dónde estás?, te estamos esperando, para almorzar con los chicos. ¿Ya vienes?

   Harry tardó en contestar.

   —Ven a la enfermería —Y colgó.

   No habían pasado ni cinco minutos, cuando la puerta fue abierta de un golpe. Zayn estaba pálido, sudado y agitado.

   —¿Dónde está? —Casi gritó, entrando al cuarto, dirigiendo la vista a todas partes, hasta que se topó con Louis en la camilla. Pasó junto a Harry, corriendo y casi cayendo, hasta sentarse a un lado del ojiazul.

   —¿Qué sucedió? —Preguntó. La enfermera le dio un breve resumen y él apretó las manos en puños. —Tonto, imbécil. Eres un idiota. —Gruñía. Harry levantó una ceja.

   —Gracias, Zayn. También te quiero —Y estaba despertando.

   En cuanto terminó de abrir bien los ojos y se sentó cuidadosamente en la cama, tuvo a la enfermera frente a él, con ojos de regaño mirándolo.

    —¿Puedo saber porqué no se ha estado alimentando bien, jovencito? —Podía sentir a Harry mirándolo.

   Estaba incómodo

    —Y-yo.

    —Trata de levantarte, y ven a la pesa. —Louis hizo lo que le mandaron, con ayuda de Zayn. Una vez lo midieron y pesaron, la enfermera suspiró. —Estas bajo peso. —Louis iba a alegar, pero la enfermera no se lo permitió. —Estás midiendo 1.72 y pesando 52 kilos. Debes alimentarte bien.

   —Lo sé —Se mordió el labio. —Lo sé —Volvió a decir.

   Zayn estaba pálido. Esto iba de mal, en peor.

Now or never/ Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora