Capítulo 7: Una oferta abominable

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Una oferta abominable

Los golpes metálicos de las botas de aquel engendro al caminar por el pasillo central de la sala del trono parecían tambores de guerra martilleando la densa atmósfera. Su irrupción fue rápida y decidida. Sin embargo, a medida que alcanzaba al Consejo, sus zancadas fueron más cortas y lentas.

Cuando se disponía a entrar en el semicírculo, Mazok se levantó como un rayo de su butacón y, con una agilidad impropia de alguien de su edad, se interpuso en su camino hacia el rey. Alzando su cayado siseó unas palabras y la piedra engastada en el extremo se iluminó como una estrella. Aquel acto pilló desprevenidos a los presentes, que se echaron las manos a los ojos, perdiendo momentáneamente la visión.

Menos el lúgubre engendro.

—¡Atrás, Crommom! —gritó.

Ignorando al mago carmesí, Crommom miró tranquilo a ambos lados y sus dos mascotas se sentaron junto a él.

—Veo que no necesito presentación —dijo lentamente, enfatizando cada sílaba con su voz de ultratumba—. Cálmate, viejo zorro. Lako ya está avisado de mi visita a vuestro reino, ¿no es así, Majestad?

Lako hizo un gesto resignado a Mazok y al conde Algmaar para que se apartaran y dejaran que Crommom se acercara un poco más.

—Efectivamente —respondió taciturno—. La niebla negra visitó mi alcoba hace dos noches. En el Imperio tenéis una forma un tanto incómoda de solicitar audiencia.

Una risilla sardónica se escapó bajo el capuchón de Crommom.

—Sí. Supongo que a los hombres os resultan... molestas las diferentes formas de comunicación que elige mi señor. Sin embargo, reconoceréis que la de la niebla negra, como la llamáis, es mucho más rápida y efectiva que enviar heraldos a caballo o palomitas mensajeras.

—Lo es. —Se limitó a responder Lako—. Pero no habéis hecho un viaje tan largo desde las Tierras Muertas para discutir sobre vuestros métodos de comunicación, ¿no es así?

—Cierto.

—Entonces decid: ¿qué queréis?

—No es lo que yo quiero. Es lo que tu señor quiere.

—Hablad, pues. ¿Qué desea el emperador?

—Una prueba de lealtad al Imperio y a su persona —desveló teatralizando mediante gestos exagerados.

—Pagamos todos los impuestos que el emperador desea. Respetamos las leyes que nos impone...

—Ah, ah —interrumpió Crommom—. Es evidente que no respetáis todas las leyes que mi señor te impone. El ejercicio de la magia está prohibido de manera expresa. Y tengo ante mí a un mago, ¿no es así? —interpeló a Mazok—. Aunque dado el nivel de vuestros aprendices, mi señor tolera ciertas... trasgresiones de la ley, permitiéndoos a los reyes tener magos como asesores, y a tí, Mazok, que practiques tus juegos malabares y trucos de ilusionista de taberna.

—¡Maldito insolente! —replicó el mago carmesí con un tono hostil que despertó la furia de los drommwolls, que soltaron unos gruñidos que retumbaron en la sala del trono como si el techo fuera a caer sobre sus cabezas.

—Tranquilos, tranquilos, mis pequeños —intermedió Crommom, divertido.

Aun en la distancia, Alía estaba aterrada de veras. No solo por la siniestra apariencia de Crommom y sus engendros, sino por la calma con la que afrontaba la situación, como si lo tuviera todo bajo control.

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⏰ Last updated: May 26, 2019 ⏰

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Soy Yunque: Las dos lunasWhere stories live. Discover now