El reclutapor John O'Bryan part 1

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El sol estaba en su punto más alto, lo suficiente como para iluminar los campos de exiliados que estaban ocultos en la profundidad del cañón. Desde la sombra de su cobertizo, Sylas de Dregbourne aguardaba pacientemente el regreso de su centinela. Finalmente, la vio rodeando el espiral de piedra en la boca de la grieta, conduciendo a un joven desconocido de ojos muy abiertos hacia el campamento.

''Él es Happ'', dijo la centinela. ''Quiere unirse''.

Sylas salió de su refugio, dedicando una mirada casual al chico. ''Ah, ¿sí?''

''Lo conozco del subsuelo. Los cazadores acabaron con su familia. Logró escapar por muy poco''.

Sylas asintió y evaluó al joven en silencio. Podía sentir cómo el chico había sido bendecido con una magia muy poderosa; un manto oscuro y letal. En cuanto a lo demás sobre él, Sylas no veía nada.

''Es un buen chico'', aseguró la centinela. ''Y proviene de Dregbourne''.

El ceño de Sylas se frunció por una grata sorpresa, como si estuviera conociendo a un pariente del que no sabía sobre su existencia.

El joven tartamudeó para presentarse. ''Yo... yo pensé que tal vez... me podría unir a su causa... señor''.

El campamento entero de fugitivos rompió en risas. La mirada del niño se desplazó por los rostros sonrientes, buscando algo que le indicara qué había hecho mal.

''Aquí no hay ningún señor'', dijo Sylas riendo. ''A menos que quieras dirigirte a todos los que estamos aquí de esa manera''.

''Sí, señ... sí'', dijo el joven, por poco repitiendo su error.

El recluta, avergonzado, parecía estarse cuestionando si había tomado la decisión correcta al venir al campamento. Sylas colocó un pesado brazo con grilletes sobre el hombro del chico, con la esperanza de aminorar su vergüenza.

''Tranquilo, Happ. Aquí nadie te juzgará. Estamos muy lejos de Dregbourne''.

Sylas sintió cómo la postura del chico se relajaba.

''Conozco tu lucha. Ellos siempre te observan, te persiguen y te hacen sentir inferior. Eso no pasa aquí. Aquí, tú perteneces''.

Happ sonrió mirando sus pies, como si se sintiera indigno de esta alegría recién descubierta.

''¿Sabes por qué uso estas cadenas?'', preguntó Sylas.

El recluta negó con la cabeza, demasiado tímido como para intentar adivinar.

''No solo son armas. Son un recordatorio de donde venimos, de todo lo que somos capaces y de nuestra próxima liberación. ¿Estás conmigo?''

''Sí. Sí, quiero ser libre''.

''Muy bien'', contestó Sylas. ''Esta noche, romperás tus propias cadenas''.


Sylas el usurpadorWhere stories live. Discover now