Capítulo 1 - "No"

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Notas/Disclaimer:

Todos los derechos = Nintendo & Creadores de "The legend of Zelda"

No sé, me volvía a apetecer escribir algo sobre este universo.

La historia tiene un claro toque de humor, la siento influenciada por "los cuentos de Dunk & Egg" de George RR Martin

Duración de la historia: Indeterminada. Vivo en libertad.

Frecuencia de actualización: Indeterminada. No prometo ser regular como en historias anteriores, estoy un poco a otras cosas.

***

 —Dime Link... ¿te acuerdas de mí?

—...No

***

El cuerpo de la princesa Zelda pesaba muy poco. Cuando la elevó para subirla a la grupa del caballo, Link sintió como si estuviera tocando un pájaro frágil y malherido. O más bien, como si estuviera rozando la superficie de las alas de una mariposa, que pueden quebrarse al más mínimo contacto. Él era tosco, a veces demasiado bruto. Recordó el accidente con la vasija ancestral en casa de Impa. Sólo la estaba curioseando, pero tuvo que poner sus torpes manazas encima y cuando quiso darse cuenta estaba hecha mil añicos en el suelo. Ni una semana entera de trabajos lograron calmar del todo la ira de la anciana sheikah. Y sólo era un maldito jarrón de cerámica que no tenía nada de ancestral salvo el polvo de los años, se dijo a sí mismo, así que acarrear a la princesa se convertía sin duda en la parte más complicada de la misión. Más incluso que liquidar un ejército de guardianes o que acabar con esa babosa asquerosa de Ganon. Para completar la misión con éxito tendría que cuidar de aquel cuerpo ligero y delicado hasta entregarlo sano y salvo a los sheikah.

Se sentó en la montura, tras ella, con todo el cuidado que le fue posible. En un principio la princesa se esforzó por mantener una especie de conversación. Era una charla vaga e incoherente sobre el tiempo, sobre el estado de los caminos, sobre cualquier cosa que cruzase ante sus ojos, una retahíla de observaciones a las que él apenas podía responder con un monosílabo. Link sabía lo que era hacer fuerza para no quedarse dormido, lo había puesto en práctica en algunos de sus largos viajes por las llanuras de Hyrule. "Piensa en lo que sea, lo que sea. Cuenta los árboles que te encuentres, recita en voz alta cuál es el plan, cambia de postura..." Ella intentaba de un modo un tanto obstinado no rendirse al agotamiento. Eso, o es que la princesa de Hyrule tenía la extraña necesidad de llenar el silencio con una charla continua. No había tratado nunca con nobles, excepto con el espíritu del viejo rey (y ese maldito Viejo no contaba realmente como noble), así que se había mentalizado en qué diría si conseguía sacar a Zelda de ese agujero de oscuridad. Una princesa, con la misma sangre de la Diosa Hylia, atrapada durante cien años sin ver a nadie, sin tocar a nadie, y de repente aparece él, obligándola a cabalgar a horcajadas con ese vestido andrajoso, sin apenas explicación. No sabía qué conversación podría tener con alguien así para no parecer un completo zoquete. Por suerte, ella se bastaba por sí misma para conversar y pudo ahorrarse un ridículo casi garantizado.

Apenas se hundió el sol a su espalda, la princesa cayó rendida por el cansancio. Relajó la postura y su cabeza cayó hacia atrás hasta descansar en su hombro. Él varió un poco su posición para que ella pudiera dormir contra él con seguridad, sin que el medio trote del caballo les hiciese perder el equilibrio.

Mientras cabalgaba bajo la luz de la luna menguante, Link pensó que no se sentía todo lo eufórico que debería estar. Había cumplido su promesa, se había embarcado en la más suicida de las misiones y había conseguido salir victorioso. Las diosas habían estado de su lado. Era casi imposible que él y la princesa hubiesen conseguido hacer desaparecer a esa monstruosidad... era un milagro y debía estar eufórico, pero había un algo en su estómago que le impedía sentirse libre y realizado.

Historia de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora