3

7.4K 685 151
                                    

"Lo desconocido parece imposible hasta que se hace"
___

Omití contarles que, según los análisis de mi padre el psiquiatra, yo parecía un cuadro leve de esquizofrenia y déficit de atención y las visiones que decía tener se debían a alucinaciones provocadas por todas las historias que escuché de pequeña.

Muy conveniente.

Sabía perfectamente que las cosas no eran así, pero en cuanto supe su valoración mental, me hizo dudar hasta de mi propia existencia.

—Gran vaina, pues. Mi mujer es una inútil y mi hija salió loca —escupía entre dientes sin importar que lo escuchaba y entendía perfectamente lo que decía—. Toma, no vaya a ser que te dé un ataque de pánico e incendies la casa.

Tomaba pastillas de diazepan cada ocho horas. Así lo hice hasta que me aburrí y reconocí que no necesitaba medicamentos para nada.

Confieso que con las pastillas podía dormir relajadamente, pero no era yo, parecía drogada todo el tiempo y como iba, terminaría por volverme loca de verdad.

Las tiré por el retrete antes de irme a casa de mi abuela.

Para mí era mejor tener una visión clara del mundo que vivir en la ignorancia creyendo que el mal no existe.

—¿Por qué no lees lo que dice la carta? —Cristal me miró con impaciencia.

—¿No se supone que la has leído ya?

Volcó los ojos y quitó el papel de mis manos.

—No pude leerla porque está en blanco —lo extendió y efectivamente no había nada—. Sólo están las siglas de "RS" y el destinatario, pero quería preguntarte si tú sabes quién puede ser, porque me huele que esto es un acertijo.

Diciéndolo de esa forma sonaba con coherencia.

Quité el papel de sus manos y lo guardé en mi bolsillo.

—¿Dónde lo encontraste?

—Estaba en la mesita de noche, lo encontré cuando fui a organizar la ropa en el bolso, ya sabes.

—Entremos en mi habitación, necesito que me ayudes a organizar las cosas porque entre tantos sobresaltos no he podido guardar nada.

Me hice a un lado y Cristal reparó mi habitación con asombro.

—Definitivamente tu abuela si te quiere.

Me encogí de hombros. Sabía que mi habitación era una de las más bonitas de la casa. Mi abuelita tenía ciertos detalles y privilegios conmigo por ser su única nieta.

—Esta era la habitación de mi mamá, pero mi abuela la adecuó para mí ahora que me mudé —abrí las maletas para sacar mis productos de aseo personal (los que quedaban) y las toallas—. Tú encárgate de meter mis vestidos en el clóset y el resto de la ropa.

Cristal se puso en la tarea y entré al baño para guardar las cosas restantes en las gavetas.

Cuando estaba a punto de doblar la primera toalla, la puerta se cerró lentamente y las luces parpadearon hasta dejarme encerrada en el baño y completamente a oscuras.

Al parecer leyeron mis pensamientos porque una voz susurró: —No grites, mira tu bolsillo.

Parecía completamente absurdo, pero esa voz me daba tranquilidad y a la vez me ponía los pelos de punta.

Respiré profundamente y al abrir los ojos todo estaba tenuemente iluminado por una luz amarillenta que provenía de mi bolsillo.

—Saca el mapa —otra vez susurró esa voz cerca de mi oreja.

EL TRITÓN Y LA ELEGIDA (Book #1) ✔️Où les histoires vivent. Découvrez maintenant