13: La boda de la Gatita

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Clow

No he hecho nada. Es la primera vez en mucho tiempo que no hago algo realmente malo ¿Entonces por qué siento culpa? Solo me quejé del imbécil de Kei y quizás me pasé un poco con apretar la muñeca de Yuri. Pero eso no es nada comparado con lo que le he hecho a la Gatita o a mi hermano. Sin embargo el fantasma del arrepentimiento me sigue de nuevo. Es patético, la culpa sin sentido es patética. Debo pedir disculpas, tengo que sacarme esta molestia de encima.

Miro como la Chinita barre el living mientras yo estoy sentado en su sillón, me observa de mala manera.

―Deja de estar de haragán y levántate ―me reprende.

Sonrío.

―Soy tu invitado, cuanto malhumor.

Rueda los ojos.

―No puedo creer que sentí lastima por ti, muévete de una vez, vago de mierda ―me insulta y me río.

―Para eso tengo sirvientes.

Alza una ceja.

―¿Me ves como tu sierva acaso?

―No me hagas imaginar eso ―Me muerdo el labio inferior.

Ya me la puso dura.

―Deja de soñar cosas que ya no van a pasar.

―Por eso dije "imaginar" ―recalco la última palabra. Me pongo serio y suspiro ―¿No vas a perdonarme? ¿En serio tienes que llegar al extremo de cerrar tu puerta con llave otra vez?

¡Hasta el baño cierra cuando entra!

―Atente a las consecuencias de tus actos ―dictamina.

Bufo y de repente me levanto del sillón, lo que ella no se esperaba, ya que se sobresalta. De un momento a otro la acerco hasta mi cuerpo, agarrándola de la cintura, la escoba cae al suelo, se oye el ruido fuerte pero es ignorado. Esperaba un ataque de su taser, pero desde que nos acostamos, aun enojada, no lo ha usado en este tiempo. Pongo mi rostro a centímetros del suyo, me deleito con su respiración agitada.

La pongo nerviosa y me gusta.

―Chinita.

Sus mejillas se ruborizan y baja la vista, luego frunce el ceño, enfadada.

―¿Qué?

―Perdóname ―insisto.

―No.

―Déjame retribuirte, me haces daño.

―No mientas ―Continua con su terquedad, así que agarro su barbilla y se la levanto para que me mire.

―Por favor ―pido.

Me empuja alejándose de mi agarre.

―No insistas con esto, estoy cansada de darte oportunidades y ni siquiera sé por qué te las doy, ni debería haber explicaciones o justificaciones entre nosotros, no somos nada. Aquí hay una sociedad, algo profesional, y estás mezclando las cosas, lo que hicimos fue una calentura y ya, listo, no importa, ya pasó, olvídalo.

Suspiro.

―Chinita...

Sinceramente no sé qué decir.

―¿Qué? ―expresa de manera tosca.

Hago una pausa que parece eterna, entonces bajo la vista.

―Tienes razón, quizás debería irme.

―¿Disculpa? ―Alza una ceja.

Camino, agarro la poca ropa que traje, la meto en mi maletín, ella me sigue con la vista, cuando me acerco hasta la puerta, entonces tomo las llaves del llavero y abro, luego las vuelvo a poner allí.

―Cierra tú ―aclaro.

―Espera ¿Qué haces? ―expresa estupefacta.

―Te llamaré si se algo de Guillermo.

Me retiro, camino por los pasillos hasta bajar los pisos por el ascensor, para luego dirigirme a mi auto. En alguna parte de mí, esperaba que ella me siguiera, pero no lo hizo.

El tiempo comienza a pasar otra vez, sin noticias de Guillermo, ni de Yuri, los días pasan como ráfagas, meses inclusive, pero sigo sin descubrir, ni saber nada en absoluto, a excepción de algo, me llega una noticia que debo constatar, porque mi vieja obsesión me lo pide.

La Gatita se casa.

Paro mi automóvil en frente de la iglesia, tengo unas ganas de aparecer y entrometerme en esa mierda, pero estoy "muerto". Ojala pudiera ir y patearle la cara a Eiden y llevarme a Merche, pero mi conciencia me vuelve a la realidad, eso me traería problemas, todo lo que he hecho para encontrar a Guillermo Gallagher se iría al tacho, al demostrar que estoy vivo. No puedo permitirme tales lujos y todavía tengo un trato con S.

Aun así, como duele.

Veo como salen de la iglesia y los presentes le tiran arroz celebrando su maldita felicidad. Ojala los pise un auto y se mueran, sobre todo mi hermanito.

Presiono los dientes irritado, mis manos se aprietan en el volante, quisiera arrollarlos. Respiro con dificultad mientras frunzo el ceño y entrecierro los ojos mirándolos con mucho odio y frustración. Quisiera llorar por la maldita impotencia, pero mi mandíbula se tensa, de esa manera me la aguanto.

Gatita.

Ella se ve tan hermosa, pero su belleza es opacada por el odio que siento por el imbécil de mi hermano, estos celos me matan. Mercedes Becker ¿Por qué mierda todavía inundas mi mundo? Me refriegas en la cara, tu interesante personalidad, siempre tan fuerte, superándote, te deseo tanto y tú me detestas incluso más. Sigues con Eiden, formas tu maldita familia, no lo soporto, no soporto nada de lo que hacen ustedes dos.

No combinan para nada.

Cuando termina la boda, los novios se despiden retirándose y hasta los invitados se van, yo me quedo quieto, sentado mirando a la nada. Me siento patético, debería volver al hotel, pero sería lo mismo. Podría desquitarme con alguna mujer, aunque en este momento solo estoy pensando en una. Necesito enfrentarme otra vez a ella, no puedo quedarme con las ganas. Solo que con estas emociones actuales, siento que podría cometer algún error. Abro la guantera de mi auto y saco de allí, una de las botellas de alcohol que compre al descubrir que la Gatita se casaría.

―¡Por los novios! ―Alzo la mano y bebo de una sola vez.

Porque tengan la peor de las malas suertes, mientras yo me deprimo. Termino de tomar, abro otra, entonces arranco mi auto en dirección a la casa de Yuri. Aunque sé que no debería ir hasta allí.

Perversa Oscuridad: Redención [#5.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora