Capitulo 50: Nada es lo que parece

4 2 0
                                    

Trago con fuerza. Siento como mis manos sudan y las hago puños para intentar controlarme.

Suelto un largo suspiro y cierro los ojos intentando concentrarme y controlar mis nervios. Vuelvo a abrirlos y con decisión levantó mi mano para tocar, pero yo misma me retracto, agito la cabeza y me hago para atrás.

Me giro decidida a salir del lugar cuando una voz a través del intercomunicador me interrumpe.

—Entonces, ¿vienes, le haces caras a mi puerta y te vas?

Suelto un bufido cerrando con fuerza los ojos. Mierda, si que soy una ridícula. Me volteo con una pequeña sonrisa en mi rostro viendo hacia la cámara del intercomunicador.

—Lo siento—Bajo un poco la vista y no recibo respuesta.

Las puertas de la residencia se abren y suelto un largo suspiro. Giro mi vista hacia Faith, que fue quien me trajo, me guiña un ojo con una pequeña sonrisa y arranca el auto.

Me limito a asentir hacia ella y emprendo mi camino. Trago con fuerza viendo la casa a la que me dirijo.

Es casi igual que la mansión Carrigton, solo que más moderna. Camino al costado del amplio jardín viendo cómo los rociadores esparcen agua por todos lados.

Llego hasta la puerta, subo un par de escaleras, pero antes de que pueda tocar, la puerta se abre dejando ver a la mucama.

—Señorita Carrigton—Me saluda cordial una señora ya de unos cuarenta años—La están esperando en la sala de la segunda planta.

No digo nada y entro en la casa. Veo con detenimiento la casa, vaya, es muy hermosa. La mucama me quita mi abrigo y me conduce hacia la segunda planta.

La sigo detrás observando el lugar, la estructura es de mármol, combinando los colores blanco con café.

En la subida hacia las escaleras se encuentran varias fotografías. Todas son de lindos momentos, con sonrisas perfectas tomadas en el momento perfecto.

Pero antes de terminar las escaleras hay una fotografía que llama mi atención. Me detengo y la observo, es en la playa, con el sol poniéndose y el sosteniendo la mano de su hijo. Podría reconocer esta fotografía en cualquier parte, porque yo la tomé.

La mucama carraspea unos escalones más arriba de mi, me separo de la fotografía y continúo caminando.

Me regala una pequeña sonrisa cuando llegamos a nuestro destino.

—Gracias—Le agradezco con una pequeña sonrisa.

Ella asiente sonriendo y se retira. Volteo hacia la sala y ahí está. De espaldas a mi, su cabellera castaña cae como una cascada por toda su espalda, siento que mi estómago se comprime cuando una oleada de recuerdos llega a mi.

No puedes hacerte para atrás, Arianna. No seas gallina.

—¿Café?—Su voz me saca de mis pensamientos.

Tartamudeo un poco hasta decir si. Se dispone a servirme en una taza café mientras camino hacia su dirección.

Mantengo mi vista en el suelo hasta que me siento en el sillón y soy obligada a levantar la vista a su dirección.

Una pequeña sonrisa acogedora me recibe al levantar la vista. Me extiende la taza y la acepto, doy un pequeño sorbo.

Un silencio incomodo se prologa. Lo cual es raro, usualmente siempre tenemos algo que decirnos, que normalmente son insultos.

—Lo lamentó.

Que fuera la primera en romper el silencio me ataca por sorpresa. Levanto la vista de mi  taza viéndola sorprendida y continúa.

RevengeWhere stories live. Discover now