En los últimos momentos de la vida. 2/3

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Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida.  El médico de jordán la examino con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.


--No sé-- le dijo a jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja --Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada...  Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.


Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte.


Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. pasaban horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba.  Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. paseaba sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación.

 La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.


Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama.

 Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se pelaron de sudor.


--¡Jordán! ¡Jordán!-- clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

--¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola  temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

 Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, si saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte.

EL ALMOHADÓN DE PLUMASOù les histoires vivent. Découvrez maintenant