Introducción : El comienzo

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Dos disparos resonaron, quebrando el silencio en el que trabajaba la pareja de científicos. El Dr. Jackson se giró atónito, viendo a su esposa desplomarse en el suelo, con su hijo en brazos.

Corrió a comprobar el estado de su familia. Llevó la mano a su bata, buscando su teléfono móvil para llamar a la ambulancia.

Con lágrimas en los ojos, recogió al niño y acarició el rostro de la madre de su hijo, que trató de balbucear algo entre sus brazos, para luego echar la cabeza hacia atrás y morir.

Finalmente encontró el dispositivo

- Yo que tú no lo haría. -Siseó el Dr Collins, que se encontraba de pie junto a la puerta.

Mark levantó ambas manos lentamente al observar el arma apuntando directamente a su pecho. Se percató de que el impecable pulso de su compañero temblaba ligeramente.

-¿Porqué? - Exteriorizó el padre.

-Deja al crío en la mesa – Ordenó dudoso, sintiendo la pistola resbalarse entre sus manos sudorosas.

- ¿Porqué? - Repitió, abrazando con más fuerza a Cristopher, su hijo de apenas un año.

- ¡He dicho que lo dejes! - Su mano empezó a temblar más y más. Vio que el Doctor no estaba por la labor, así que disparó una vez más.

El cuerpo inerte cayó al suelo junto a su esposa. El pequeño Chris no tenía ni idea del infierno que estaría obligado a vivir enternamente, sólo lloraba por no sentir la calidez de su padre. Collins se arrodilló.

Deslizó sus hábiles dedos por el mentón de Katlyn, sintiendo sus ojos aguarse. Se giró hacia su antiguo mejor amigo. Recordó todos los años que habían vivido juntos. En la universidad, cuando le protegía de todo. Un amago de sonrisa atravesó su rostro, rememorando aquel día.

Los gritos del niño lo trajeron de nuevo a la realidad. No podía dejarlo solo.

Lo cogió en brazos, y se aseguró de que el arma no tuviera huellas. La colocó en la mano de Mark, junto a una nota de suicidio que el gobierno había encargado de proporcionarle.

Tomó una de las manos de Mark, y la estrechó. Inclinó la cabeza, en señal de respeto. Ya empezaba a arrepentirse. Esperaba que al menos esa decisión drástica acabara con la guerra.

Besó la mejilla de Katlyn, se puso en pie y volvió a la puerta. La cerró, y corrió por el pasillo llorando desconsolado. Salió a la calle.

Sus manos temblaban sobre el volante. La conciencia lo atormentaba, hasta el punto de de sentir una opresión tan fuerte que pensaba que moriría.

Bajó del automóvil, sacando las llaves de su casa. El niño se había dormido, completamente ajeno a la realidad. Abrió la puerta de su hogar.

Dejó al niño en la cama de la habitación de invitados, y se dirigió a su cuarto.

Antes de llegar, las piernas dejaron de sostenerle, y la culpa lo inundó. Se desmayó en medio del pasillo.

El teléfono sonaba y sonaba, pero Collins no lo escuchaba.

El nombre "Michael Moore" resaltaba en la pantalla del aparato, pero Aiden no podía contestarle.



Proyecto: INMORTALWhere stories live. Discover now