Luna llena

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Jeon Jungkook era, sin exagerar, un alfa conocido por todos en la manada del Este; sin embargo, su fama no era exactamente buena, a Jungkook lo conocían por ser un alfa de aroma desagradable.

Cada omega a la que intentaba cortejar le rechazaba con el argumento «no soporto tu olor»; Jungkook había pasado los últimos ocho celos con la soledad como única compañía, pues nadie parecía tolerar su aroma a ajo.

Jungkook hacía de todo por cubrir su aroma: utilizaba supresores, se bañaba más de tres veces al día e incluso se perfumaba con la gran variedad de flores que sembraba en su jardín; pero nada parecía funcionar, siempre encontraban su esencia.

Yugyeom, el mejor amigo de Jungkook y el único al que parecía no molestarle su olor (además de su familia, claro), solía burlarse de la mala suerte de su menor de apestar a ajo; sin embargo, era quien consolaba a Jungkook cada vez que se deprimía al creer que moriría solo. Yugyeom solía decirle que, de no haber conocido a Jinyoung, podría haber sido su pareja.

Además de su extraño y repudiado aroma, Jungkook era el centro de cotilleo de la manada por ser el hijo adoptivo de la familia líder y el futuro al mando; no muchos lo creían capaz de liderar tan bien como su madre y menos si no tenía a una buena pareja a su lado.

El joven alfa no había nacido como un miembro de aquel poderoso clan; Jungkook fue rescatado y adoptado por la líder de la manada. Jeon Soyeon era la atractiva y dulce alfa de los lobos del Este; fue ella quien halló al pequeño Jungkook, al borde de la muerte, y quien decidió llevarlo a su hogar para encargarse de cuidarlo en compañía de Miyeon, su amada omega.

Por supuesto que Jungkook sabía la historia y no podría estar más agradecido con esas dos mujeres a las que llamaba mamá, por haberle dado un hogar lleno de amor.

Tres años después de que Jungkook llegó a sus vidas, Soyeon y Miyeon tuvieron dos cachorros a los que nombraron Somi y Heejin; ambas eran omegas muy atractivas y, a diferencia de Jungkook, amadas por todos en aquella manada. Jungkook no quería admitirlo, pero algunas veces sentía envidia de sus hermanas menores; sobretodo porque a sus diecinueve años ya tenían una pareja establecida.

—Ya llegará un o una omega que te ame tal como eres, oppa; ya verás —había dicho Somi, al ver la tristeza en los ojos de su hermano el día que presentó a su alfa.

A pesar de que a los demás no les gustara su aroma, Jungkook lo amaba; no muchos lo notaban, pero Jungkook olía a ajo tostado con un leve toque de pimienta; habían dos cosas que al alfa le encantaba combinar con el ajo tostado y ésas eran miel y limón, pues le traía recuerdos de su infancia. Cuando enfermaba de gripe, su mamá Miyeon siempre le daba un remedio casero a base de esos ingredientes cosas, y desde entonces Jungkook adquirió cierto amor por esa combinación de aromas y sabores.

—Cuando menos te lo esperes, llegará a ti ese omega agridulce que tanto buscas, Jungkookie oppa —le dijo su pequeña hermana Heejin, después de que le contara sus deseos—; quizá ni siquiera esté en esta manada y por eso no le encuentras. Tú sabes que todos estamos destinados a alguien, sólo espera un poco más y tu alma gemela vendrá a ti.

Las pequeñas Jeon siempre lograban hacer sentir mejor a Jungkook, y por eso las amaba; siempre estaban el uno para el otro, eran inseparables.

Cuando Jungkook sentía mucha presión de la manada al no tener pareja o se sentía muy estresado tras terminar sus deberes como futuro líder, se dirigía al lago donde su madre lo había encontrado; de alguna manera estar ahí le daba tranquilidad, así que lo consideraba su lugar especial.

Ajo, miel y limón [Versión Kookgi]Where stories live. Discover now