☕ Final ☕

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Estoy por el puesto de dulces.

Se pone de puntas para tratar de ver dicho puesto, pero nada.

—No te veo.

Es porque eres una enana.

Suelta un ruido de desaprobación, pero lejos de enojarse, se divierte.

—Te juro que no te veo, por más que examine todos los puestos.

—Busca bien, mocosa.

—¡No me llames así! —exclama soltando una risita, achinando un poco los ojos porque cree verlo en el puesto de pinturas.

¿Ya vienes?

—Creo que sí, ¿te importaría alzar el brazo para notarte?

Escucha la carcajada del sujeto al otro lado del celular, visualiza a su papá correr detrás de un hombre que lleva un par de cajas con algunas tazas.

Niega con la cabeza, pero se siente feliz por él.

Por supuesto que no.

Rueda los ojos fastidiada, y termina colgando la llamada porque no recibirá ninguna ayuda.

Su mirada viaja por cada puesto que hay en el parque, cada cinco meses se presenta una feria diferente. Esta vez son de cosas algo antiguas y también nuevas, quedando deslumbrada ante los preciosos objetos que hay.

Camina con prisa ante la bonita taza que encuentra, pero antes que su mano choque con el material recibe un leve golpe y es arrebatada de ella.

—¡Imbécil!

Voltea para seguir gritando a la persona que le quitó el regalo para su papá, pero se queda callada, sintiendo las mejillas rojas por la vergüenza, jugando con un mechón de cabello.

—Hola para ti también, Estefanía.

Abre y cierra la boca como un pescado, aunque prefiere guardar silencio.

—No sabía que eras tú —susurra, avanzando hasta quedar cerca de él—, lo siento.

El sujeto rodea su cuerpo con cuidado, besando cariñosamente su frente y recargando su barbilla en la parte superior de su cabeza.

—Descuida, cariño —contesta restando importancia—. ¿Lo ibas a comprar para Erick?

—Sí, es bonita.

—Como él —murmura.

—Como él —concuerda la muchacha, sonriendo y abrazando más su cuerpo.

Realmente extrañó a Joel.

Ir a la tienda de objetos extraviados del distrito, era aburrido si no estaba él, su amigo.

Se separan cuando se oye un carraspeo detrás de ella, vuelve a sonrojarse porque es su padre. Aunque el ojiverde pasa de largo y compra la taza amarilla con dibujos de puntos. Tiene una igual, pero no de ese color.

No le importa si ya lleva cinco modelos iguales, porque los colores no son los mismos y mientras más, mejor.

Joel queda perdido mientras ve al sujeto que sonríe a la vendedora, recibiendo un golpe en el estómago por parte de la muchacha.

—Pareces baboso así.

—¿No se supone que debes tenerme respeto por ser mayor?

—No.

Erick llega hasta su lado, con el ceño fruncido porque están murmurando entre ellos y el rizado sujeta con una mueca su estómago.

En sus manos ya tiene tres bolsas, dos con tazas y una con un gorrito que le pareció bonito, aunque tiene en mente regalarlo a otra persona.

Coleccionista || JoerickWhere stories live. Discover now