El Fin Del Principio

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A veces no se lo que ya siento.
La rabia se apodera de mi, le cela que la felicidad me hable;
la impotencia me corrompe cuando hechos frustran mi ser, y la tristeza cada vez se aferra más a mi alma.

Lágrimas resbalan sin que apenas sienta nada, solo caen cual signo de fragilidad, de debilidad.
¿Cuándo deja uno de romperse?¿Cuándo dejan a uno de romperle?
Palabras que caen como cristales sobre mi corazón, o sobre mi mente, ya ni lo sé.

Y dime, ¿qué puede más, el corazón o la mente? ¿cuál de las dos se puede recomponer antes?
Y da igual. Ambos rotos en mil fragmentos, y quizá hasta falte alguna pieza de ellos por ahí perdida vagando.
Por eso no te empeñes tú en buscarla, lo siento.
Y a veces me sigo rompiendo, me sigo perdiendo, déjame.

Porque a veces pienso que ni la música ya me salva, los cascos no aguantan el alto volumen de las voces, de tus gritos, de mi mente.
Sólo quiero huir. Correr hasta llegar al fin del mundo, o sólo hasta recorrer los 42 kilómetros que nos separan, no sé.

Entonces me despierto, sigo en la misma realidad, aquella que me ata de ser libre, de poder volar.
Quiero volar, ¿por qué no puedo?
Y todo me sigue doliendo cual puñal,
ira que hace que mis nudillos vuelvan a atentar contra la pared, y llantos que siguen escondiéndose bajo las sábanas,
Aquellas sábanas que conservan todos mis miedos, y también fragmentos  de esos que nunca supe dónde volver a encajar.

Mi cabeza parece un laberinto; pensamientos fugaces, recuerdos, música, gritos, dolor, ausencia, VACÍO.
¿Por qué sigue siendo así? dime...
Por qué aún me persigues en los sueños
y siento que sigo cayendo
hacia algo sin fin.

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