『 26 』

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—Ya basta —se escuchaban que susurraban al otro lado de la puerta

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—Ya basta —se escuchaban que susurraban al otro lado de la puerta.

La rubia jadeó, más dormida que despierta.

—Anda Hansi, sólo ésta noche —dijo una voz femenina, aquejumbrada y deseosa.

Y al oír tal nombre, abrió de inmediato sus ojos, confundida. Hasta el sueño que se le había ido. Se sentó en su cama, y aguardó a escuchar más, pues creía que era producto de su imaginación.

—Roxanne, ya te dije que no, largo de aquí —claramente era la voz del pelirrojo.

Elsa caminó de puntillas hasta la entrada de su habitación, con mucho cuidado de no ser descubierta. Quería saber de qué se trataba todo ese alboroto.

—Ay ándale, te necesito —canturreó, queriendo sonar atractiva.

—Ya déjame en pa... —no se escuchó más que un golpe repentino en la puerta, lo que hizo brincar a Elsa sobre su lugar, y jadeos masculinos. Tan dificultosos y roncos.

No, no, no, esto no puede ser real.

Su pecho ardía con coraje, las lágrimas se acumulaban en sus largas pestañas, se tapó la boca con sus dos manos para evitar que se le escaparan unos sollozos. Pero parecía serle casi imposible, pues su dolor era grande.

Entonces, ¿eran ellos los que tenían sexo en aquella recámara? ¿A eso se referían los hermanos Weterford durante la cena?

Se sentía estúpida, molesta, y más que nada, traicionada. ¿Es que cómo pudo creer que él había cambiado?

Su consejero tenía razón, los malos siempre eran malos.

Tal y como él le había dicho una vez: un monstruo sin sentimientos.

Ya no permitiría que le vieran la cara de tonta, ya no permitiría que alguien la dañara, ya no se permitiría amarlo.

Inhaló con malestar, se limpió las lágrimas y los mocos y puso su mano sobre el picaporte, decidida a encararlo. No iba a llorar hasta quedarse dormida mientras los escuchaba entregándose sexualmente en sus narices. 

Abrió la puerta, y dos cuerpos cayeron al suelo.

—Creí que irías a dormir —reclamó Elsa, cruzándose de brazos expectante. Ocultando todo rastro de debilidad.

Ya no estaba la dulce muchacha, una chica rencorosa tomó su lugar.

—¡Majestad! —de inmediato tiró a un lado a su media hermana, quien sólo vestía con ropa interior de encaje. Ésta gruñó enojada. Otra vez esa niñita buena metía la cabeza en donde no le llamaban.

Qᴜᴇʀɪᴅᴀ ᴇʟꜱᴀ, ᴛᴏᴅᴏꜱ ꜱᴏᴍᴏꜱ ᴍᴏɴꜱᴛʀᴜᴏꜱ | COMPLETAWhere stories live. Discover now