27 - Cosa de Físico

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¿En qué momento pasó? ¿Fue, acaso, que alguien salió de uno de los departamentos sin que Ariel se percatara? No, el piso de vieja madera oscura hubiese delatado a cualquier mujer, indiferentemente de su peso, que hubiese salido al pasillo. Y Ariel podría haber apostado que las bisagras de todas las puertas no estarían en mejores condiciones, salvo la del departamento de su profesora.

La vista de Ariel se nubló, las lágrimas se aglomeraban pero sin caer aun. Su cuerpo temblaba y sus delgados brazos se movían con desesperación por librarse del agarre. Su boca, tapada por una mano extraña, emitía sonidos que nadie escuchaba.

—Cálmate, soy yo —Ariel no escuchó aquel susurro, estaba muy asustada para escuchar cualquier cosa.

Como último recurso, aunando toda su concentración, como medida desesperada, pisó con firmeza y llevó su peso contra su atacante.

Aquello pareció funcionar, ambas figuras se desestabilizaron y faltó poco para que cayeran al piso. Ariel sintió un nanosegundo de alivio al sentir que ambas trastabillaban en el sitio, volvió a hacer lo mismo, no sin antes moverse en sentido contrario para que el efecto vaivén tuviera más impulso. Esta vez funcionó y ambas cayeron, Ariel dejó salir un quejido de dolor pero se olvidó de gritar por ayuda, y menos mal que no lo hizo.

Al mirar a su agresora sintió su sangre hervir, se pasó una mano por los ojos para limpiarse las lágrimas y se levantó lo más rápido que pudo. Aun sobándose el trasero, yacía Aisha sentada con la espalda contra la pared, justo donde había caído.

Antes que Ariel pudiera decir nada, Aisha se llevó un dedo a los labios, indicándole que no dijera nada. De inmediato, le hizo otra señal para que bajaran las escaleras y salieran del edificio. Ariel, con fuego en los ojos, le hizo caso y ambas dejaron el lúgubre lugar y pasaron a la fresca calle, con sus farolas chorreando una luz ambarina bajo un cielo violeta oscuro.

Aisha caminaba rápido, seguida de cerca por una Ariel que se preguntaba cuanto más tendría que caminar para darle su merecido. Volvieron a entrar al supermercado y, esta vez, fue Aisha quien sacó, no una sino, dos botellas de gaseosa helada, pagó y fueron al pequeño patio de comidas para beber.

—Si crees que por traerme a este lugar lleno de testigos vas evitar que te asesine...

—Ari, sé que estás molesta —Interrumpió Aisha —, pero no sabía cómo actuar en ese momento.

La voz de su amiga hizo que Ariel olvidara su enojo por un segundo.

—Hace unas semanas, escuché que algunas profes daban clases privadas y otras que aceptaban sobornos. No hace falta decirte que fui a hablar con la profe Martí apenas tuve oportunidad, mis notas no son muy buenas y, de verdad, necesito subir un poco más mi promedio. La cuestión es que, hubo rumores que ignoré sobre ella.

—¿Qué rumores? —Ariel parecía más interesada que curiosa.

—¿Conoces a Marita Jhonson? Está en último año y hay rumores de que recibe clases particulares de química, con la profe Ávalos, y de mates, con Martí. Al parecer, la forma de pagar esas clases, con una de ellas dos, no es con dinero, si sabes a lo que me refiero.

Los ojos de Ariel se abrieron por la sorpresa. Su mente viajó al pasado, recordando que ella también había oído ese tipo de rumores y el nombre de esa estudiante. Se inclinó sobre la mesa, para acercarse más a su amiga, ya había olvidado por completo su enojo, ahora se sentía intrigada.

—Bueno —retomó la palabra Aisha —, resulta que yo quise que Erin y tú me acompañaran a las clases que le pedí a Martí pero, por alguna razón, se negó. Me dijo que era para evitar sospechas porque ese tipo de grupos de estudio está prohibido y bla, bla, bla... pero, curiosamente, hace unos días, volvió a salir el tema pero solo sobre ti, porque pensé que con todo lo que te había pasado en las últimas semanas no estarías muy bien para estudiar, y ahora sí que aceptó. Espera, espera, no me mires así, no pienses mal, yo no sospeché nada en todo este tiempo, apenas se me pasó la idea de que la profe se quisiera propasar contigo cuando dijo que quería hablar contigo a solas, ¿entiendes?

Crónicas de una AfroditeWhere stories live. Discover now