Capítulo Cuatro

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Parte II: El juicio
Enjuiciamiento

Harry llegó al noveno nivel del Ministerio de Magia, temprano el lunes por la mañana, sin saber a dónde se suponía que debía ir ni qué debía hacer. Tiró del negro cuello acanalado de su nuevo uniforme y caminó por el amplio pasillo, sus nuevas botas negras chocaban ruidosamente contra el piso de baldosas, su capa roja revoloteaba confortablemente arriba de sus rodillas. Todo lo que sabía era que el juicio de Snape se llevaría a cabo en la Sala Diez del Tribunal y que el alguacil asignado al caso se reuniría allí con él.

—¿Señor Potter? —Harry se giró al escuchar su nombre y vio que la alguacil, Rhoda Gauntlett, se acercaba. Ella abrió la sala del tribunal y lo hizo entrar—Puede poner todas sus cosas en esa mesa. Cuando esté listo, le llevaré con su cliente—Dijo cortésmente, sus ojos color avellana lo evaluaron desapasionadamente.

—¿Mi... cliente? —.

—Snape. Supongo que podría llamarlo el acusado, pero viendo que lo representas y todo...—.

—Él me eligió—Dijo Harry firmemente. Era importante que nadie pensara que estaba haciendo esto por la bondad de su corazón. Él no lo hacía. Si hubiera encontrado alguna forma de salir de esto, ya habría renunciado, pero Kingsley había dejado bastante claro que con su renuncia, no tendría ninguna posibilidad de convertirse en un Auror.

—Bueno—Dijo Gauntlett—Todavía es mi trabajo llevarlo con él. Acaba de llegar de Azkaban, por lo que no se ha cambiado en nada adecuado para el juicio—.

¿Adecuado para el juicio? ¿Qué significaba eso? —No entiendo. ¿No tuvo la oportunidad de comer antes de que lo despacharan? —.

—No, me refiero a que la única ropa que tiene es su uniforme de prisión y sus zapatillas—.

Harry dejó de caminar—¿Quiere decir que no tiene túnicas? ¿Botas? —.

—No a menos que los haya traído—.

—Esto es ridículo—Se dio la vuelta y apuñaló su dedo hacia el pecho de Gauntlett—Encuentre a Kingsley. Dígale que estamos retrasando el comienzo hasta que pueda encontrar algo que pueda usar Snape. Mientras tanto, lléveme con él para que al menos pueda averiguar qué talla de ropa debo usar—.

—Pero...—.

—No estoy arrastrando a Snape ante un grupo de personas que lo quieren muerto, como si acabara de escapar de Azkaban. Lo condenarán antes de que diga una palabra si lo hago. Ahora dígale a Kingsley que nos estamos demorando. Yo encontraré a Snape por mí mismo—.

El alguacil suspiró y asintió con la cabeza—No les va a gustar esto, pero creo que ese es su problema—Señaló un estrecho pasillo—A través de las puertas dobles al final del pasillo. No se puede perder después de eso—Ella se escabulló y Harry la observó hasta que desapareció en una esquina.

Cuando todo esto terminara, pensó con enojo, iba a escribir un libro sobre esta miserable excusa de un sistema de justicia. ¿Cómo demonios se suponía que alguien obtendría una audiencia justa si las reglas cambiaban a voluntad? Abrió la puerta y encontró a Snape sentado solo en una pequeña habitación con grandes ventanales, solo. El hecho de que no hubiera tratado de escapar fue una sorpresa, pero el Ministerio no era el lugar más fácil para descubrir cosas invisibles.

Un momento después supo por qué. Snape estaba encadenado a la silla, sus manos aseguradas detrás de su espalda, sus pies asegurados juntos desde las rodillas hasta los tobillos. Otra cadena se extendía por sus caderas y se sujetaba a cada pata trasera de la silla de metal sobre la que estaba sentado. Harry miró el uniforme rayado gris y se sacudió la cabeza—Sirius lo llevaba mejor—Dijo—Pero era solo un par de tallas demasiado grande para él—.

Painted In The Worst Light - ASecretChordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora