Capítulo 1

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Nunca es tarde

Por CandyPecosa & Jari Grand

Capítulo 1

Por primera vez en mucho tiempo se miró al espejo y contempló su rostro a detalle, tocó su larga y rizada cabellera. Ya no era la misma de niña de pecas que brincaba de un lado a otro, ya no era aquella que soñaba despierta. La vida le hubo mostrado que los sueños son sólo eso: sueños; y que debía esperar milagros.

Mucho tiempo hubo pasado desde aquellos días en que se imaginó feliz siendo esposa, ama de casa y madre. Instintivamente tocó su vacío vientre y dio por aceptado el hecho de que este jamás sería ocupado por un hijo; un hijo de él. Cinco años desde la última vez que lo vio. Aún recordaba aquel adiós en las escaleras, la fuerte nevada y cómo caían sus lágrimas en su espalda.

¿Cuántas veces más pensaría en él? Se preguntaba a diario, pero la respuesta era siempre la misma. "Mientras vivas Candice White Ardley... Mientras viva el será siempre el centro de mi mundo." Era la simple respuesta que le daba su corazón, uno que quiso obligar a que amara a otro, pero en su afán por darle una simple oportunidad a su corazón de volver a amar, cometió el error de aceptar una cita con aquel alegre doctor de ojos café; sin embargo, cuando este intentó besarla salió corriendo sin mirar atrás, sintiendo que no podía siquiera imaginar tocar los labios de otro. Hacía dos años que el joven doctor no le dirigía la palabra; ella intentó disculparse, pero él la ignoró.

Luego de ese episodio su vida hubo transcurrido de forma tranquila. Tenía ya tantos años en tierras extranjeras que la joven rubia se sentía parte de aquella cultura que la hacía sentir bienvenida a cada paso. Su vida se resumía a un antes y después de la guerra; la experiencia dejó muchos cambios en su carácter y su forma de ser, que la había convertido en la mujer madura que era hoy. Aunque sabía que la decisión fue a causa del dolor de saberlo perdido y ver su vida sin sentido al no tenerlo, no se arrepentía.

Nunca se hubo siquiera imaginado que su vida cambiaría de forma tan drástica luego de la guerra. Ella, que a pesar de ser una de las herederas más ricas de Estados Unidos, era feliz al compartir vivienda con tres de sus mejores amigas; ellas eran inseparables y sobre todo se cuidaban siempre entre sí. Actualmente se encontraba ejerciendo como jefa de enfermeras del Hóspital Européen George-Pompidou en la ciudad de Paris.

Para ella, sus amigas eran el color que necesitaba su vida y su trabajo el combustible para levantarse día a día sin importar que la noche anterior sus ojos llorasen un mar por aquel amor que hubo perdido y que no podía olvidar.

—¡No lo puedo creer! —gritó una feliz Lorena, mientras levantaba las manos al aire y comenzaba a bailar como si fuese una nena al encontrar un billete de un dólar luego de haber perdido un diente

—Estás loca... ¿Qué te pasa?

—Es que no te imaginas quién viene, Wanda.

—Sé que las peruanas están un poco locas, pero creo que tu estas al 100%, mujer. Cuidado que vas a derramar todo eso en mi vestido —le advirtió Wanda alejándose de la joven y mirándola como si tuviese dos cabezas.

—Por las barbas de mi tío que te juro que en estos momentos soy la mujer más feliz del sistema solar y tú preocupándote por niñeces. ¡Por semejante bombón me salto la dieta!

Wanda no pudo contener su risa, su acento mal logrado de un inglés mezclado con el acento peruano de la joven de pelo negro

—Entonces habla y deja de dar brincos como loca —dijo la joven mientras volteaba sus ojos y cruzabas sus brazos.

Nunca Es TardeWhere stories live. Discover now