Vegaxtasis

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Solía vivir con mi familia en un pueblo cerca de las montañas, podía gritar y correr a todas partes, divertirme y saltar donde yo quisiera, muchísimo antes, de ser internada y clavada en este hospital. En el infernal y pesadillesco presente, no me puedo mover, ni parpadear, ni siquiera puedo llorar. Solo busco lo más profundo de los recuerdos, el olor perfumado de las flores y los movimientos danzantes que hacía en el valle. Estar atrapada dentro de una prisión física, es abismal. De tanto anhelar la muerte, logro quedarme dormida, hasta que una luz brillante me deslumbra y me despierta. Mi cuerpo jovial emerge de la fosa de las almohadas, una mano firme y gruesa de un hombre sin rostro me levanta de las sabanas. Mis pies tocan la fría cerámica blanca y reflectante del hospital. Con un hermoso vestido translucido, me apego entre los brazos fuertes del hombre. Juntos comenzamos a bailar en círculos dentro de la habitación, mientras tanto, nuestros alientos se mezclaban con excitación, unidos empezamos a cantar, mis labios moviéndose perdidamente en su sonar, me embriaga la mente, poco a poco me perdí en su esencia cautivadora, nos unimos tanto que, nos volvimos uno. Mis torpes balanceos se fueron desapareciendo con sus manos cálidas en mi cintura. Al final me reí tanto en carcajadas con pasión encima de sus hombros, que llegué al éxtasis. Juntos, tomados de brazos, subimos las escaleras del hospital hacia un brillante segundo piso, no sin más, notar por última vez, mi cuerpo yaciendo eternamente entre las sabanas.  

Cuentos PequeñosWhere stories live. Discover now