Capítulo Veintidós.

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No tenía ni la más remota idea de cómo comenzar a describir sus pensamientos actuales. Por un lado, necesitaba asegurarse de cualquier medio de que la mujer entre sus brazos se encontrara segura, borrar cualquier vestigio de dolor y brindarle la calma que necesitaba. Pero otra parte de sí mismo, una más oscura y voluble solo anhelaba tener a esa basura de Worcester frente a él para reducirlo a un cuerpo sanguinolento a base de golpes. David tuvo desde hace mucho tiempo el presentimiento de que algo no estaba del todo correcto con la actitud distraída y triste de Gabrielle, había tanto en sus ojos que casi podría asegurar que la pobre mujer cargaba el peso del mundo sobre sus hombros.

Y ahora tendría que acompañarla a ese maldito bar al que estaba seguro nada bueno aguardaba. Recordaba de primera mano sus experiencias de Small Town cuando el clan irlandés se reunía en el Seamair para planear sus nuevos atracos. Estaban caminando directamente a una trampa y él sabía perfectamente como iba a terminar todo, pero también era verdad que, si realmente se estaban enfrentando al hecho irrefutable de una imagen de noble, necesitarían sujetarse a cualquier indicio de pruebas como una soga salvavidas en el océano.

Ese lugar parecía traerle grandes esperanzas a Gabrielle y solo Dios sabía cómo hacer cambiar de opinión a una mujer cuando se trataba de sus hijos.

—¿Irás conmigo? La nota dice que tengo que asistir sola, si ellos te ven quizá huyan —explicó confundida.

—No me verán —contestó de forma que no logró convencerla—. Ya que no desistirás, tampoco puedo dejarte ir sola, ¿sabes si quiera donde está Marine John?

Gabrielle parpadeó claramente no teniendo en cuenta ese detalle. Una mujer de su categoría no podría tener en cuenta la localización de esa clase de lugares inmundos.

—Si mi memoria no me falla, debe ser el que está junto al desembarcadero de las últimas avenidas, justo frente a los muelles de la Calle Bulgary —replicó en automático—. Es un bar famoso entre los bajos barrios.

Fue el turno de David de obsequiarle una mirada de auténtica sorpresa.

—Vaya, parece que has estado estudiando los mapas.

—No en realidad. Conozco bastante bien toda la ciudad, desde las colinas verdes de las residenciales nobles hasta las viviendas oscuras de doble piso —suspiró como perdiéndose un segundo en los misterios de su memoria—. Nuestro padre fue muy excéntrico, inculcó a todos sus hijos el conocimiento de ésta ciudad porque, en sus palabras, era nuestra y debíamos dominarla.

David se quedó un momento tan solo observando cuan marchita lucía hablando de su pasado. Harold Whitemore no solo lastimó a su madre obligándola a someterse, también dejó una herida imposible de cerrar en todos y cada uno de sus herederos. Esa clase de hombres que tiene que demostrar constante que es él quien está a cargo para sentir su ambiente en control y a salvo. Un malnacido dispuesto a pisotear todo aquello a su alcance para su propio placer.

Su pobre madre fue una de sus víctimas, y ahora también por su culpa Gabrielle se encontraba atada al apellido una familia que le exigía lealtades. Y ahora ese bastardo quería obligarla a compartir su lecho a cambio del bienestar de una niña ¿Cuán monstruoso debe de ser una persona para jugar con las vidas de los demás como si fuesen títeres en su función privada?

Después de la charla que Millard y él tuvieron instantes atrás, se dio cuenta de cuan dispuesto estaba a darse una oportunidad. Y ahí frente a él estaba una en mil posibilidades.

Solo tenía que decidir que tanto terreno peligroso estaba dispuesto a sobrepasar.

—No debió ser fácil supongo, mi padre tampoco fue un buen ejemplo masculino en mi vida, pero el alcohol les roba la esencia a las personas —Y era verdad, no intentó justificarlo, pero antes de su permanencia a la embriaguez, su padre fue cariñoso y considerado.

Razones para amarte W1Where stories live. Discover now