Me duele quererte. Pero me puede tenerte, aún sabiendo que jamás será al completo. Está lloviendo. A cántaros. Y la lluvia se cala en mis huesos casi tanto como tú recuerdo.
Las gotas resbalan a lo largo de mi cabello, impactando contra el suelo tras el abismo que hay después de mis puntas. Se cuelan entre mis labios, a tiempo que se escapan los suspiros. Con la respiración entrecortada sigo impasible bajo la lluvia que no esperaba esta noche de Febrero. Y quizás me esté muriendo de frío, quizás solo sea una tonta para los faros que pasan por mi lado, pero creo que este, uno de mis tantos defectos, fue lo que hizo que te quedaras a mi lado. Aun así sigo esperándote. Sigo esperando que aparezcas como un superhéroe para envolverme con tus brazos y con un paraguas rojo a conjunto de mis labios. Aunque tú siempre te hayas comparado más con un villano con una mochila de rotos y problemas del pasado. Aunque yo me prometiese hace tiempo olvidarte. Aunque por mi propio bien ya no te quiera a mi lado
