xcvii

5.1K 346 43
                                    

Todos preguntaban por estupideces, y él se preguntaba, sin embargo, ¿por qué éstas estupideces existirían? No eran de mayor importancia ni causaban impacto en la vida ajena, pero si se creían que sí, no era quién para juzgarles. Al fin y al cabo, era una vida ajena.

Sus menciones de Twitter eran cada vez más numerosas con el paso de los días. JiMin y él salían a pasear por el centro del pequeño pueblo, a veces mensajeaban a sus amigos de Corea del Sur, otras veces se leían cosas y conversaban sobre la vida. Era una rutina deseada, el despejarse mentalmente de todo aquel tumulto en el que se habían visto involucrados de primera mano durante los últimos meses.

HoSeok permanecía en casa, mirando a su alrededor y declinando cada vez que le ofrecían la oportunidad de salir con sus dos amigos, porque estaba en una plena fase de recuerdos. La música de su pendrive ayudaba, al igual que la infinidad de recuerdos que tenía ésa casa en particular.

La madre y el padre de JeongGuk cocinaban de maravilla todo lo que pudieran rescatar de la cultura surcoreana, y ponían a todo volumen la música de JeongGuk cuando él y JiMin llegaban a la casa, orgullosos de lo que su hijo había logrado con su sueño, el sueño que pudieron apoyar cuando más lo necesitaba el joven muchacho. JiMin llegaba y coreaba las letras de memoria, haciendo que su novio enrojeciera y desviara su rostro hacia el suelo, aprovechaba así su buckethat.

El hermano menor de JeongGuk había llegado al día siguiente, con un automóvil viejo pero bien cuidado haciendo ruido por la calle del barrio. Apenas se vieron, JeongGuk le abrazó y consiguió presentarle a su pareja sin ponerse a llorar de alegría, puesto que habían sido años en los que no se había comunicado con él por ninguna red. Tal vez no eran tan unidos como quisieran, pero el amor estaba ahí. Confirmó lo que su madre le había contado, que se había metido a estudiar Ingeniería del Medioambiente, y JiMin habló con él animadamente de Corea del Sur y lo que había sucedido para que ambos terminaran en Waterville.

Se lo terminaban quitando antes de que pudiera seguir avanzando más al interior de la casa. Todos los días terminaban los seis presentes ayudando a cocinar, a poner la mesa y a comer en conjunto. Comentaban lo que había pasado y extrañaban algunos de los momentos, para luego terminar con un brindis y la recogida de mesa. JiMin era el que más lavaba platos y palillos, sintiéndose en la obligación de hacerlo por ser el único que no pertenecía a la familia, pero JeongGuk siempre terminaba ayudándole porque era demasiada vajilla y le gustaba hablar con él de lo que fuera, sobre todo porque era correspondido con gusto.

— Es que no entiendo por qué el mango...

— Iugh, no, mango no. Sólo lo aguanto como jugo. ¡Y mezclado muy bien con otras frutas! Como la naranja o la banana.

— ¿Te gusta la banana? — el tono fue indiscutiblemente de doble sentido, a lo que JiMin bufó graciosamente, luego riendo;

— SeokJin dice muy bien al llamarte imbécil.

— Yo también te amo, bebecito.

— Imbécil. — se tragaba sus risitas lo mejor que podía. Luego, una burbuja se metía en su boca y explotaba sobre su lengua, para hacer que ambos estallaran en risotadas y que de fondo los mandaran a callar por la hora. Pero que jodan a la hora, la felicidad se vive cuando se puede.

Así, luego se bañaban y se acostaban en la cama del JeongGuk adolescente. Era una cama blanca, rodeada por paredes de tapiz amarillo que el joven muchacho se había esmerado en cubrir con ideas de rap en papeles de cuaderno arrancados, pósters de raperos underground y uno del GTA San Andreas, que realmente jamás llegó a jugar en su propia consola porque su madre no se lo permitía. Éso se hacía en casa de HoSeok, sí señor.

Con JiMin no se fijaban tanto en los pósters ni en las letras, ni en las cortinas azuladas por el brillo de la luna. Sólo permanecían exhaustos, aferrados el uno al otro con sonrisas amplias y los ojos cerrados en abrazos interminables. Al menos hasta que alguno de los dos sintiera que se le agarrotaban los músculos. Entonces, cambiaban de posiciones y se reían tontamente el uno del otro porque sí, porque podían reírse, y se hablaban de nuevo mientras la Tierra seguía girando y su mundo se detenía en el tiempo, maldita noción del tiempo, joder.

— Yo también te amo, Ggukki ah.

Habían pasado unos ocho días cuando alguien tocó la puerta, recién pasada la hora de almuerzo. Desde la cocina, la madre de JeongGuk gritó que alguien recibiera por ella, ya que generalmente el resto de los presentes no tenía la suficiente personalidad que ella sí gozaba. El padre se levantó del sillón, dejando solos a JiMin y JeongGuk, y fue con la cara roja de nervios hacia la puerta de entrada, para abrirla.

— Oh, hacía tiempo que no te veíamos por aquí. ¿Pasas? — fue un extraño saludo, especialmente para ser el padre de JeongGuk, un hombre algo tímido. Algunos pasos se escucharon y la puerta se cerró con cierta fuerza.— Quieres hablar con mi hijo, ¿no? Pasa, está en el salón principal. ¿Quieres agua?

— No, señor Jeon, gracias. — a JeongGuk se le erizaron los pelos de la nuca al escuchar aquella voz; quería hundirse en su buckethat, a gritos interminables, de sólo reconocer le dueñe de la voz que tantas veces le había hecho recordar cosas que no debían ser pensadas tantas veces. Tragó saliva, vió una cabellera lila entrar en el salón principal y en cinco segundos el ambiente se tornó especialmente tenso.

JiMin parpadeó confuso mientras JeongGuk parecía pensar en muchas cosas a la vez, mirando a la figura presente.

— ¿Sam?

weon es que amo a sam
ojalá alguna vez pueda hacer una historia sólo de elle, de su evolución como persona
pq en mi mente le amo tANTO TANTo
qwq

JEON97 𐙚 来る . GGUKMIN AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora