5. LA OFERTA DE NARAKU

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El verla marchar de aquella forma lo inquieto, aquella mujer era demasiado testaruda como para que anduviera sola en el bosque. Aun si fuera una sacerdotisa y estuviera armada, no era apropiado que se fuera sin compañía, palabras que se dijo a sí mismo antes de levantarse e ir detrás de ella.

—Jaken, cuida de Rin.

—Pero mi señor...

Se introdujo al paraje ignorando por completo la cara desorientada de su vasallo, desapareciendo unos segundos más tarde del campo de visibilidad del grupo.

No tardó en encontrarla. Estaba sentada en la base de un secuoya de mediano tamaño; tenía los ojos cerrados y lo que tradujo por esa posé, un enclenque intento de concentración o eso pensó, hasta que sintió su energía ser examinada de arriaba abajo.

La humana estaba aprendiendo rápido.

Pero de pronto la vio flaquear y, atraído por el inesperado movimiento se adelantó con la mano extendida en su intención por hacerla despertar sin embargo, apenas alcanzaba el rostro níveo cuando inmediatamente una poderosa barrera invisible lo rechazo, evitando poder tocarla.

Se paralizo.

Atónito, observo por turnos su mano herida y después a la mujer que cada vez iba adquiriendo un aspecto fantasmagórico, y justo cuando creía se trataba de una efímera expulsión de reiki el más desgarrador chillido broto de las cuerdas vocales de la muchacha, provocando que Sesshōmaru adquiriera un porte de alerta. Un ademán que se desarrolló en posición de ataque al contemplar como Kagome era envuelta en densa bruma oscura, absorbiendo no solo su cuerpo sino también su esencia misma.

Advirtió en ese momento la presencia de un intruso observador.

—Muéstrate —ordeno Sesshōmaru con voz de hiel al extraño que aún se ocultaba en alguna parte del bosque.

—Es muy inteligente, Señor —una voz siniestra e enigmática resonó por todo el lugar. El platinado se irguió totalmente rígido, enviando un claro lenguaje corporal: no acercarse —no he venido a pelear con Usted, mi señor.

—¿A qué has venido entonces?

—A brindarle una oferta.

La silueta de la piel de mandril albino apareció en la lejanía, encorvado y ocultando a su portador.

—¿Quién eres tú?

—Naraku, mi señor.

Sesshōmaru miro de soslayo como la bruma iba adquiriendo mayor tamaño, desprendiendo al mismo tiempo pequeñas descargas eléctricas. Tenía que apresurarse.

—No podrá penetrar el campo de la sacerdotisa, mi señor —el comentario de aquel sujeto que olía a demonio y a humano no le agrado en nada —después de todo es la reencarnación de la antigua guardiana de la Perla y la voluntad de esa mujer no le permite traspasar el campo —Sesshōmaru afilo su mirada.

—Sabes mucho del tema.

—Aspiro a tener la Perla, más de lo que cualquier otro demonio.

—Típico —repuso Sesshōmaru.

—Para Usted mi señor es poca cosa un objeto con peculiar poder —la bruma incrementaba la potencia de su energía ¿Eso era un campo? Se preguntó internamente —al igual que los humanos —escucho decir al extraño.

—Explícate o morirás en este momento —mostro sus dos filosas uñas al individuo que poco a poco se acercaba. Cauteloso, porque bien sabía lo mataría sin dudar, entonces el dichoso Naraku dejo de encorvarse para levantarse lo más recto que pudo, mostrando lo alto que era. Un tanto como él mismo.

Sesshōmaru (Sesshome)Where stories live. Discover now