Capítulo 25. | Ghost.

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Este capítulo contiene escenas violentas que pueden ser desagradables.

Velkam Iacob.

Una semana después.

Me coloqué el último cuchillo en el talón y me ajusté la correa para que no se moviese. Miré el chaleco antibalas encima de la cama y recordé a Cezar diciéndome que era una parte importante si no quería morir. ¿Desde cuando era algo malo? Ignoré el chaleco y decidí no ponermelo, definitivamente así sería mucho más divertido. Jugar con la muerte, con la vida.

¿Había algo mejor que eso?

Había pasado una semana, una semana preparándolo todo y estudiando cada movimiento de esa gente, habíamos conseguido armas y estábamos dispuestos a hacerlo. Aunque yo lo hubiese hecho sin nada, mi hermano insistió en hacerlo. Esperaba que no fuese demasiado tarde y no hubiesen tocado mi juguete. No dejaba de pensar en lo que iba a hacer cuándo estuviese ahí, a cuanta gente podría quitar la vida, la sangre que dejaría correr... El sólo hecho de pensarlo me ponía extremadamente cachondo.

Le sonreí al espejo y éste me la devolvió como si fuese mi compinche. Analicé la coleta que me había hecho esta mañana y decidí que era hora de un cambio. Sin pensármelo dos veces agarré la máquina de afeitar y tras conectarla la pasé por mi cabello una y hasta tres veces, hasta que el cabello azulado iba llegando a su fin. Me pasé la mano por la cabeza ahora afeitada y estiré aún más la sonrisa.

— Nada mal.

La puerta de la habitación se abrió mostrando a Cezar. Iba vestido igual que yo salvo que él sí llevaba chaleco antibalas. Se quedó en el umbral mirándome hasta que me giré con una ceja alzada.

— ¿Qué cojones te has hecho en el pelo? — Fue lo primero que salió de su boca.

— Un cambio. ¿No te gusta? — Sonreí.

Negó con la cabeza. — Así te pareces más a mí, así que no.

— Hermano, aunque seamos gemelos jamás tendré esa cara de culo que tienes siempre. — Añadí agarrando el pasamontañas y tirándolo a la basura. Cezar cruzó los brazos molesto.

— Yo para qué cojones me molesto en buscar las cosas si no te las pones.

Caminé hasta él.

— Si me pongo el pasamontañas nadie podrá ver mi nuevo corte de pelo. — Aclaré pasando por su lado y saliendo de la habitación.

Bajamos las mochilas con las armas y las metimos en el maletero del jeep, se estaba haciendo de noche, por lo tanto iba a ser la mejor hora para colarnos en el lugar. Después de sonsacarle la información a Louis supimos que la organización últimamente se quedaba en una pequeña isla cerca de Sicilia, y que íbamos a necesitar mucho más que precaución si no queríamos ser vistos, por lo que me tomé la confianza de contar con él como señuelo. Eso sí, después de haberlo amenazado con la muerte reiteradas veces.

— ¿Y Louis? — Interrogó Cezar.

— Lo recogeremos por el camino.

No perdimos más tiempo y ésta vez me monté en el asiento del conductor. Las réplicas de Cezar de que probablemente nos parase la policía antes de llegar me las pasaba por el escroto.

Arranqué y de un acelerón nos pusimos en marcha.

— ¿Crees que estará bien? — Oí murmurar a Cezar.

— Bueno, no creo que sean tan buenos como yo torturando así que... — Reí cuando me dirigió una mirada afilada. —Tranquilo, creo que la subestimas mucho. Zara es más fuerte de lo que crees y esa oscuridad que retiene en su interior le ayudará más de lo que cree.

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