CAPÍTULO UNO.

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Los flashes de las cámaras se abrían paso por todos los ángulos de su rostro haciendo que las luces solo lograran aturdir su sentido de la visión.

No pudo evitar cubrir su rostro con sus manos al sentir que sus ojos comenzaban a lagrimear por el cansancio, pero una mano se encargó de retirar las suyas con suavidad.

—Sé que esto no te gusta, pero recuerda que estas fotos son importantes—dijo el hombre junto a él mientras se abrían paso a la gente.

Finalmente entraron al edificio y los flashes cesaron en menor medida, el joven de negros y semilargos cabellos no pudo evitar dejar escapar un suspiro de alivio aún si sabía que ahí dentro había más gente observando todos sus movimientos.

—Yoon Jeonghan, mi artista favorito. Por fin llegaste—expresó una mujer de mediana edad mientras tomaba al chico en un abrazo que fue correspondido al instante.

—Yo nunca quedaría mal con usted, madre superiora Cho. Sabe que los pequeños siempre serán mi prioridad—expresó con sinceridad y la mujer sonrió complacida.—Por cierto, ¿cómo están?

—Ellos están perfectamente bien, siempre preguntan por ti. Me alegra que puedas venir de vez en cuando aún con tu apretada agenda, no debe de ser fácil para un jovencito como tú asistir a tantos lugares en poco tiempo.

—Descuide, para todo hay tiempo, especialmente si se trata de ustedes—explicó el joven mientras caminaba junto a la mujer por los pasillos de aquel convento.

Para Yoon Jeonghan, el asistir a ese lugar era algo sumamente importante, no importaba cuán ocupado estaba, siempre pedía hacer un lugar en su agenda para hacer visitas al menos tres o cuatro veces al año.

Con tan sólo veintidós años, Jeonghan había logrado convertirse en uno de los cantantes más querido en Corea, y es que desde el principio consiguió cautivar al público juvenil con su voz, su carisma y por supuesto con su atractivo físico. Nadie dudaba de su talento, y aún  con eso, siempre se encargaba de demostrarlo. Parecía que Jeonghan vivía la vida de ensueño de todo adolescente.

Pero no todo era felicidad, en realidad poco de esa vida lo era para él; y es que, al ser un artista muy querido, eso lo convertía también en alguien exageradamente solicitado, con prácticamente todos los meses del año ocupados con al menos un par de eventos, Jeonghan pocas veces tenía tiempo para sí mismo. Hacía mucho que no salía con amigos o que pasaba las navidades con su familia y mucho menos con alguna pareja.

No obstante, uno de esos pocos días en los cuales había tenido un día libre, encontró un convento a las afueras de Seúl. El lugar era grande, pero no lo suficiente como para albergar a la gran cantidad de niños huérfanos que ahí se refugiaban.

Jeonghan había sentido un nudo en la garganta al oír aquello de las palabras de la madre superiora Cho, quien con gusto le había recibido. Así que, esa misma tarde, se encontraba firmando un cheque para apoyar en lo que fuese necesario. Estaba completamente de más decir que el joven poseía una gran fortuna por su trabajo.

Al volver a casa no pudo evitar contarle con emoción a su manager lo que había hecho, aunque también con un poco de miedo por no consultarle; no obstante, su miedo se desvaneció cuando el hombre lo felicitó por su bondad acordando ir una semana después para dejar más ayuda esta vez por parte de su compañía.

Ese día Jeonghan durmió feliz y satisfecho.

Poco le duró ese sentimiento al jovencito de entonces veinte años, y es que, una semana después, tras discutir todo con el CEO de la empresa, se dirigieron al lugar de nueva cuenta, pero Jeonghan no contaba que en lugar de ver todo en paz, se encontraría con la prensa y un montón de cámaras que lo fotografiaban para así demostrar al público sus buenas acciones.

STAR 🖤JiHanWhere stories live. Discover now