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El motor rugía, casi todos los autos frenaban porque se atravesaba en su camino, gritaban groserías sobre asesinarle o de lo idiota que era por ir a máxima velocidad y girar peligrosamente; ¡Sus amigos están en peligro! ¡Es más importante eso que llegar tarde a casa para ver seguramente porno!

Frenó bajo la torre del reloj, estaban sobre ella, las cuerdas de Emerald Splash estaban rodeando a DIO por completo, no tenía escapatoria, miro como esquivaba la mayoría de sus ataques, uno logro rasgarlo, entonces la miró, DIO la miro fijamente por unos instantes y sonrió socarronamente, de sus labios leyó: "Te arrepentirás por esto", después de eso desapareció de su vista.

—¡KAKYOIN! — No quería creerlo, no debía ser cierto, pero sí, la sangre salpico el asfalto; escuchar el estruendoso sonido del metal y la gran cantidad de agua caer al suelo la hizo temblar; sus piernas se movieron solas, corrió lo que sus piernas le permitieron al punto de casi caer varias veces, la desesperación estaba ya tatuada en su rostro mientras que probablemente el trauma que se le había plantado florecía. Probablemente en maleza que disfrutaba una errante melodía que obligaría a cualquier a cubrir sus oídos. Se sentía horrible, desearía despertar en ese momento, quejarse de ir a la escuela, ponerse el uniforme, desayunar animadamente mientras la televisión sonaba de fondo, despedir a su papá para que fuera a trabajar y cerrar bien todo para darse cuenta de que Noriaki la estaba esperando; caminar tranquilamente a la escuela, probablemente riéndose o quejarse de los exámenes que estaban a la vuelta de la esquina. Hacerle insinuaciones hasta que su cara explotara en rojo. Salir de la escuela, desviarse del camino para ir a la tienda de conveniencia donde vendían los mejores bollos rellenos. Comer helados y hacer muecas de asco con ese problema que tenía Noriaki con las cerezas y decirle cuanto odiaba esas pequeñas bolas rojas, discutiendo sobre si era lo mejor del mundo o una basura.

Quería ir ahí, en ese momento, su despertador debería sonar; en cambio, el solo sonido de único zapato contra el suelo sonando mientras su respiración se cortaba lentamente, los gritos de Joseph porque no corriera hacia allá.

Era más que su vida en riesgo, era el amor de su vida quien estaba ahí, si apenas había regresado del hospital ese día no podía acabar ahí, no después de prometer que saldrían oficialmente cuando regresaran a Japón ¡NO DESPUÉS DE TODAS ESAS PROMESAS Y FANTASIAS QUE QUERIA CUMPLIR! ¡NO DESPUÉS DE TODO LO QUE SUPERARON JUNTOS! ¡NO DESPUES DE DIEZ AÑOS DE AMISTAD!

No lo iba a tirar todo a la basura, debía protegerlo, al menos a él; solo a él. El único que importaba en ese momento para ella, sabía que era estúpido dejarse llevar por sentimientos, era lo más tonto que podía hacer, pero; es humana. Reía, lloraba, se sonrojaba y por supuesto amaba.

Aquel rubio cabello estaba siendo soplado por el viento, lo tenía frente a ella, una gran ira la invadió más no atacó, sabía que sería inútil atacar cuando no podía hacer nada contra ese vampiro y se lo había demostrado esa noche donde quedó como una mocosa indefensa. Se lo esperaba, ahora su sangre era la que salpicaba el suelo, solo de un instante a otro, la escupió, lleno su uniforme, y salía de su herida, se recargó en la pared, aunque su herida no era tan grave como la de su amigo podría ser mortal. Vio hacía arriba, otro estruendo, el reloj se había detenido y comenzó a llorar, DIO y Joseph se alejaron de ahí, comenzó a dar pasos ligeros, estaba frente a un complejo de apartamentos, rompió la puerta sin pensarlo con la poca fuerza que le quedaba, se siguió apoyando de la pared mientras hacía presión en su herida, el rastro de sangre que dejaba sobre la pared no se quitaría a no ser de pintarla miles de veces. Subía las escaleras lentamente, había un montón de luces encendidas, la gente estaba fuera de sus apartamentos cuando la miraban llegar querían ayudarla, pero se negaba y continuaba su camino, poco a poco y con paciencia.

Tosió sangre otra vez, miró la puerta de metal que le indicaba que estaba cerca de su destino, bajó la manija y se abrió rechinando, finalmente con su único pie descalzo dio un firme, pero débil apoyo, se tambaleo un poco en la cima, solo necesitó ver las gotas de agua caer entremezclada con sangre para saber que se había ido. No tuvo siquiera fuerzas para llorar, camino hasta él tanto como su exhausto cuerpo le permitía.

Vio su pálido rostro, finalmente en paz, sin ni una sola preocupación marcada en este. Todo estaba pintado de rojo, su rostro, sus ropas, sus manos, TODO.

Su cuerpo no dio para más, ni una sola pizca de fuerza se le podía ver ahora, todo había sido en vano, no pudo proteger a nadie; ni siquiera a ella misma.

—Me gustas.

Se desplomó en aquel charco de sangre que les pertenecía a ambos, perdió el conocimiento por completo.

Así como lo perdió a él. 

Cerezas [Kakyoin Noriaki] |C1| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora