Día Uno. (2)

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Ambos llegaron a la habitación, Jhin miró extrañado al menor y alzó una de sus cejas.

—¿Necesitas algo?— Pregunto sentándose en una de las sillas mientras le miraba. —O más bien, ¿te sucede algo?— Pregunto sin dejar de mirarle, sabía que su mirada, si se lo proponía, podía causar intimidación y eso le hacía sentir bien, le hacía sentir que tenía un poder por sobre los demás.

—¿Porque crees que tengo algo? Yo soy el mismo de siempre, solo quería venir para... arreglar mis cosas— dijo haciendo una pausa pensando en alguna excusa del porqué siguió al otro.

—Si, inventa lo que quieras pero creo que eres demasiado obvio. Tú no eres callado, eres muy, pero muy ruidoso, deseas llama la atención de Xayah a toda costa, lo cual no hiciste hace unos minutos y además, bueno es algo todavía más obvio, es que no estás como chicle pegado a ella.— dijo diciendo pocas de las muchas razones de las cuales porque el Vastaya estaba actuando raro.—No me malinterpretes, no me interesa saber lo que haya pasado entre ustedes, no me importa. Es solo que, si vas a estar siguiéndome a partir de ahora, me gustaría que siguieras siendo igual de ruidoso o de lo contrario pensarán que te estoy haciendo algo malo...

El ojiazul agachó la cabeza y soltó un suspiro pesado, como si aquel suspiró fuera la solución para poder descargar todo aquello que le hacía sentir mal, era una lástima que no fuese así.

—Es... bueno, ella...— hablaba con dificultad, sentándose en la cama recargando su cabeza en la pared, cerró sus ojos por algunos segundos.

—Vamos, Rakan, dime— dijo con un tono demandante.

—¿Pudo ver al otro hombre que estaba con ella? Solo y de la nada me cambio por el.— dijo con simpleza, abrió sus ojos para ver la expresión del asesino le extraño que este sonriera tan ampliamente, como si le causase gracia.—¿Que es tan gracioso?

El de ojos carmesí solo atinó a soltar una sonora carcajada, sujetando con ambas manos su estómago pues está comenzaba a doler un poco de lo mucho que se estaba riendo. Paro de reír cuando escuchó el bufido del menor, carraspeó su garganta para poder hablar.

—Oh, es solo que sueñas tal joven sin esperanzas en el amor— dijo y de levantó de aquella silla para ir a sentarse junto al otro. —Escúchame, el que ella te haya cambiado por él, solo debe hacerte ver la realidad, la realidad de que ella nunca fue para ti y tú no fuiste para ella, ninguno de los dos fue suficiente para el otro.— explicó mirando la silla, en ese momento de verdad se sentía como un psiquiatra, arreglando la vida de uno de sus pacientes. —Y solo te queda seguir adelante, pero no recordándola con tristeza y dolor, si no recodar los tiempos buenos que pasaste con ella, no debes odiarla tampoco, porque nosotros no escogemos de quien enamorarnos, es algo que solo surge, así, de la nada.— esta vez, volteo a mirarle y le sonrió con comprensión. —Aún que también pienso que fue una tonta por dejar a un chico muy encantador, ruidoso y algunas veces molesto, pero encantador muchacho.— pellizco su mejilla con suavidad.

Mientras Jhin hablaba, Rakan escuchaba con cierta atención, la cual no siempre tenía pues él nunca ponía atención, el solo actuaba por sus instintos.
Las palabras del artista le hicieron sentirse bien, le reconfortaron, aunque aún le sorprendía la actitud que estaba tomando, pues todos le conocían como un ser despiadado, que hace de la muerte un arte hermoso pero grotesco. De alguna forma, la sonrisa de aquel hombre le había gustado, y tal vez tenía razón. Uno no elige
de quien enamorarse.

—Gracias, por tus palabras, sabes, eres bueno con las charlas motivacionales, en vez de estar aquí... o en vez de tu trabajo como "artista".— dijo moviendo sus dedos simulando las comillas.

Jhin no hizo más que reír y negó varias veces, palmeó el hombro del otro.

—Si yo no hago esto... ¿Quien más lo hará? Soy el único capaz...— dijo y se levantó.

Cuatro Días. ~Rakan x Jhin~Where stories live. Discover now