Introducción

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Mirarse en el espejo para Jillian, era una forma de analizar y acercarse a sus emociones con el presente.

Era la vía para reflexionar acerca de su conducta, pensamientos y hasta estados anímicos. En sí, la manera de liberar la consciencia del sentir, del actuar y de la reacción que se podía provocar con el prójimo. Al menos, eso solía decir Polly en el taller de inteligencia emocional y espiritual. Respiró largo y tendido, cerrando los ojos y moviendo de un extremo a otro su cabeza. Pensó en sus hijos y sonrió. Recordó a sus padres e hizo lo mismo. Olvidó por completo que solo la arropaba una toalla, pero, aun así, el momento no se determinaba en minutos ni en segundos. La introspección llegaba en cualquier instante. En su evocación aparecía Lily, su mejor amiga. Sonrió al cruzarse sobre aquella vez cuando ambas se encaramaban en el gran naranjo del viejo John, siendo interceptadas por el hombre de frondoso abdomen y cortas piernas, el cual las perseguía con un garrote, asustándolas y gritándoles groserías.

Pegó una risita, reviviendo el antaño, siendo interrumpida por Chase, quien la llamaba desde el primer piso.

—¡¿Cariño?! ¡Se hace tarde!

Jillian dio un salto, sacándose el paño y procediendo a encender el secador de pelo, produciendo aún más la molestia en su marido.

—¡Vamos, Jill! ¡Que los Stewart nos esperan!

—Ya voy, Chase... —respondió con claro tedio—. Bajo enseguida.

Una cena con Marshall y Aubrey Stewart, personajes tan importantes, imponentes como admirados dentro de la ciudad de Yarland. Chase les besaba los pies, debido a que el sesentón y pronto a jubilar, ya miraba a su alrededor a su próximo representante para su fábrica textil Stewart Innova, y Chase tenía el sartén por el mango en cuanto a esa decisión. Sabía que el sabio Marshall lo escogería.

Mientras el hombre se paseaba de un extremo a otro, esperando a Jillian, deparó que en el sillón se encontraba Josefine. La muchacha estaba recostada y leyendo, concentrada. No le llamó mayor atención, hasta cuando se percató de su lectura, acercándose y sacando sus lentes.

—Mujeres, una historia, de Martina Adriano —exclamó enarcando una de sus cejas—. No es un libro para niñas de tu edad.

La chiquilla bajó el libro, observando a su padre, disgustada.

—¿Y qué tendría que estar leyendo según tú?

Chase comenzó a pensar, moviendo sus ojos con rapidez.

—Bueno... —exhaló—, romance, fantasía, Harry Potter, ¿creo?

—Me gustan, pero es importante también nutrirse de todo un poco, papá.

—Esa autora...

—Es maravillosa, deberías leerla.

—¡Imposible! —declaró con apatía—. Una mujer así, llena de odio hacia el sexo opuesto, alentando a las mujeres a sublevarse, no es el modo indicado para implantar la equidad.

—La equidad es valedera, papá, pero la igualdad nos hace partícipe a todos, más allá de ser hombres o mujeres, ¿entiendes? Y ese es el discurso de Martina. Necesitamos de ambos.

—Para hablar con propiedad, hija, debes saber que la equidad es velar para que ambos géneros tengan un reparto equitativo según sus necesidades, y no todos tienen las mismas —suspiró—, debes madurar para comprender sobre esto.

—Si bien son dos términos parecidos, digamos que el feminismo sube un peldaño más —expresó Josefine con seguridad—. Esta lucha por la realización objetiva del principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. Así que, el concepto de igualdad engloba también la equidad y la participación activa como la concienciación de la población para que la mujer alcance la misma posición, y se coloque a la misma altura que el hombre. ¡Y sin opacarlo!

Chase la oteó, moviendo su cabeza, desconcertado

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Chase la oteó, moviendo su cabeza, desconcertado. Sabía que con su hija no podía debatir, pues a pesar de sus cortos quince, la adolescente demostraba un claro interés y conocimiento sobre los derechos de la mujer. Aun así, no se quedó callado, finiquitando su discurso con una frase poco favorable.

—Ni machismo ni feminismo, igualdad...

Josefine, al escucharlo se levantó, iracunda.

—¿¡Cómo puedes decir tamaña estupidez, papá!? ¡Tus conceptos están tan errados como el color de tu corbata!

En cambio, Chase solo hizo una mueca, viendo su corbata, despectivo.

Ambos se trenzaron entre ideales, pensamientos y defensas. Chase le pidió que se callara y se fuese a su cuarto, no obstante, Josefine hizo oídos sordos ante su pedido. De hablar fuerte había pasado a los gritos. Para suerte del hombre, apareció Jillian, claramente preocupada ante los chillidos. De paso, el pequeño Frederick, quien estaba en su cuarto, salió a presenciar el round entre su padre y hermana.

—¡¿Qué está sucediendo?! —consultó la rubia con espanto—. No puedes hablarle así a tu padre, Jose...

—¡Pero mamá!

Chase permanecía callado, aunque sin preocuparse. Su rostro era desatinado, como si disfrutara del momento.

—Tranquila, cariño —intervino él, pasando su mano por su cintura—. Se nos hace tarde.

—No me gusta que discutan —mencionó ella—. No deseo que vuelvan a debatir sobre estos temas.

—Entonces, estás de acuerdo con el machismo de papá.

Jillian abrió los ojos, sorprendida.

—Simplemente, no me agrada escuchar este tipo de situaciones, además, preocupan a Fred.

El muchachito se había abrazado a Josefine, la cual pasaba con afecto su mano por los cabellos ondulados de su hermanito.

—No te inquietes, Fred. —Jose lo tomó de la mano para dirigirse hacia el cuarto del niño—. Vamos a leer ese cuento nuevo que te trajo Manu.

La joven no volvió a mirar a sus padres, menos osó en despedirse. Si bien, odiaba tener que repetirle una y otra vez a su padre lo errado que estaba, su fastidio radicaba más hacia su madre, quien nunca presentaba una opinión y menos defensa. Prefería callar o silenciarlos a ellos para evitar mayor conflicto. Lo primordial para su madre era que su familia estuviera sana, bien alimentada, y sin nada que faltase para la escuela. Pese a todo, Josefine la amaba, trataba de comprenderla, intentando tocar temas importantes, sobre todo, para ellas, las mujeres, logrando que se inscribiera en un taller de inteligencia emocional y espiritual, y saliera un poco más de casa, de su confort, y dejara de lado las ocupaciones típicas hogareñas requeridas por su padre. Tuvo la suerte que le hiciera caso, que pensara más en ella, en que había un mundo más allá de los quehaceres, incluso que saliera más con Lily, su amiga de toda la vida, por más Chase se opusiera.

Prefirió sacarse de la mente la discusión que había tenido con su padre, porque sabía que al final siempre era ella la que quedaba mal. A Chase, poco y nada la importaba lo que sus mujeres pensaran. De a poco comprendió las razones del por qué Manu, su hermana mayor, había abandonado el hogar a temprana edad. Muchas veces se le cruzaba la idea, pero no iba a dejar a Fred, no permitiría que el pequeño se impregnara de los prejuicios e ignorancias de su padre.

Un dulce despertar (Edición 2024)✔️Where stories live. Discover now