Te quiero mucho, poquito, nada #1

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Martina acomodó la última caja que quedaba sobre su escritorio. Había tardado tan solo un día para arreglar todo. Miraba cada espacio y recóndito lugar por si había quedado la más mínima cosa de su propiedad. No quería que Brenda la llamara para decirle que había olvidado un libro o hasta un par de sostenes, ya fuese con la intención de hacerle dudar y hasta doblar el brazo con tal que regresaran. Por más dolor tuviera, no caería nuevamente como tantas veces lo había hecho.

Brenda se había ido, pero para regresar. Eso se lo juró. No quedaba más que hacer las maletas.

Por suerte, estaba sola. Brenda no había soportado la ruptura, por mucho hubiera sido la principal causante de esta. En cambio, ella se sentía más fuerte, y tenía que ser consecuente con su discurso y consejos hacia sus pares. Solo le quedaba una única botella de whiskey sobre un mueble, lo que la hizo acercarse y servirse un vaso hasta el tope.

«Prometo que será mi copa final», se dijo dándose ánimos.

Mientras bebía, ojeó su más reciente libro publicado, y el cual le había hecho permanecer en los primeros lugares de la lista de Best Sellers. Sonrió con un dejo de insatisfacción, a pesar de la alegría que le brindaba. Lo cerró abrupta, sobre todo cuando por instinto dio con la hoja de agradecimientos.

 Lo cerró abrupta, sobre todo cuando por instinto dio con la hoja de agradecimientos

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«En especial a ti, mi amada Brenda, mi luz, mi guía».

Lo dejó sobre una caja, mas su enojo, su rabia estaba con la mujer que adornaba aquella sentida frase. Martina no halló mejor método de volver a abrir el libro y dirigirse hacia la dedicación, siendo esta arrancada de cuajo.

Perra... murmuró.

Un adjetivo despectivo y uno que no usaba. No estaba bien, porque ella luchaba, era la voz de aquellas que eran llamadas así, desdeñosamente por una sociedad machista, que denostaba siempre a la mujer que vive de manera libre.

Se tomó de la cabeza y bebió en seco la última mitad del trago.

De improviso, fue sorprendida y sacada de su mal trance por una llamada.

—Diga.

—Mar, ¿todo bien?

—Lo lamento, Faith —La joven se disculpó, bajando el tono grave de su voz—. No es un buen momento.

—No te preocupes, lo sé —respondió con dulzura—. No bebas, o mejor dicho...

—Sé que mañana pasarás por mí muy temprano —declaró afable—. Gracias por recordármelo.

—Bien, te dejo en paz, pero vete a la cama, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, mamá, besos.

Martina, como nunca hizo caso al pedido de su mejor amiga y nueva agente, quien no la dejaba sola, desde su más reciente evento en donde la escritora se había camuflado como escondido del comidillo de sus detractores, ya fuese en la política, partidos y cómo no, farándula, cuando un conocido como amarillista programa sacara a la luz el momento exacto en que Brenda abandonase la casa con tres maletas a su haber, vociferando lo injusta que la cientista era con ella. De alguna manera, Faith le había advertido que tuviera cuidado, porque su ex pareja le gustaban las cámaras y el dinero, y que haría de todo con tal de obtener plata fácil, asegurando que, si no hubiera sido por ella, jamás hubiera llegado a un puesto laboral, por lo que no dudaría ni por un segundo vender las intimidades de la famosa escritora y sacar a la luz su problema con la bebida.

La joven suspiró cansada, la modorra de un día lleno de sentimientos encontrados y cajas por doquier la había sobrepasado. Vio a Tommy, su golden amarillo, moviendo su cola, y al fin pudo sonreír, siguiéndolo hacia la habitación de invitados. No iba a yacer en la misma cama, una que hacía tan solo una semana compartió con su ya ex prometida. La mañana siguiente tendría entrevistas y firmas de su nuevo libro. Tenía que mostrar su mejor semblante, tenía que estar preparada para los buitres.

 Tenía que mostrar su mejor semblante, tenía que estar preparada para los buitres

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—Es suficiente, Chase. —Jillian, con una voz pausada declaró—. Josefine es solo una niña.

—Lo es, en eso estamos de acuerdo— concordó—, sin embargo, ahí la tienes, hablando temas de adultos, temas que...

—Ella está creciendo, y es normal que a su edad trate... —interrumpió al hombre para luego ser también detenida.

—Solo espero que no estés de acuerdo, como tampoco le prestes oídos —dijo, estacionándose donde los Stewart—. Suficiente tengo en que vayas a esa ridiculez de inteligencia hormonal o qué sé yo.

—Dios, Chase, es inteligencia emocional y espiritual —pegó una risita—. Yo me siento muy bien. Si alguna vez te interesaras en lo que también a mí me gusta...

—Entremos, ¿te parece?

Para variar, Chase y su bendita poca empatía. A pesar de llevar veinticinco años con ella, siempre había sido nulo el interés sobre cualquier tema que ella quisiera entablar.

«¡Eso no tiene importancia! ¡No pierdas tu tiempo en ello! ¿¡Qué van a decir nuestras amistades!? ¡Mira lo que está haciendo tu hija!».

El asunto era minimizarla, invisibilizarla, como le decía Lily, su mejor amiga, pero, aun así, ella hacía oídos sordos. Imposible llevar la vida de ella, tan abierta, sin prejuicios, vivir el día como si fuera el último, y lo mejor; junto al amor de su vida. Ella no tenía ninguno, y en realidad no lo sabía. Quería a Chase, no obstante, no recordaba haber sentido ese hormigueo en el estómago cuando había conocido a su marido. No conocía la sensación que tanto se hablaba en las novelas rosas que solía leer. Solo exhalaba sonriendo, con un dejo de añoranza, una evocación tan lejana como Neptuno.

Al aproximarse a la morada de los Stewart, los vislumbró desde un inmenso ventanal, en el cual se podía apreciar a la pareja, que permanecía abrazada mirando un álbum de fotografías, sonrientes, viendo que Aubrey besaba con ternura la mejilla del hombre. Se preguntó en tan solo unos segundos si llegarían a eso ellos dos. Rápidamente, sacudió su cabeza, logrando que Chase la mirase con extrañeza. Esa había sido la respuesta.

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⏰ Last updated: May 25, 2021 ⏰

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Un dulce despertar (Edición 2024)✔️Where stories live. Discover now