Capítulo 3

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-NATALIA୭̥

ᴘᴏʀ ᴜɴ ᴄᴀғé

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ᴘᴏʀ ᴜɴ ᴄᴀғé

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—Me voy a Praga— confesó Emilia mientras se encontraba tumbada boca abajo en el sofá —En un mes— Natalia, al contrario, había tirado el café que estaba tomando en ese momento por la nariz. Al único que no pilló por sorpresa fué a Juan, quién se encontraba en la misma posición que Emilia pasando canales de la tele.

La rubia limpió el desastre que había ocasionado, y sin decir ni una palabra cogió el chaquetón y se fue rumbo a su trabajo aunque su turno empezase media hora después.

Obviamente Natalia no estaba enfadada con su mejor amiga, solo estaba molesta por su decisión, pero era incapaz de decírselo a la cara. La última vez que las dos fueron allí, Natalia, estuvo a punto de perder a su mejor amiga.

Pasó todo el camino cabizbaja mirando sus zapatos, como estos aplastaban las hojas secas de los árboles y las hacían crujir. Tomó asiento en un banco que quedaba cerca de un parque y cerca de la cafetería donde, sin sacar las manos de los bolsillos de su chaqueta, se acomodó y decidió que los próximos veinticinco minutos vería a la gente pasar por aquella zona.

Debido a su inseguridad, Natalia siempre imaginaba que las personas iban a interactuar con ella y que ella, debía tener una conversación preparada en su mente para, según ella, no quedar como una estúpida. Desde su posición actual había visto a una señora mayor que venía de hacer la compra, un hombre vestido de etiqueta y una mujer que marchaba a paso rápido mientras hablaba por el teléfono. Con todos ellos había entablado una conversación en su cabeza.

Sacó de su bolsillo derecho el teléfono para mirar qué hora era, solo habían pasado diez minutos y no quería llegar antes de tiempo.

—Hola— saludó alguien —¿Podrías decirme qué hora es?— un chico se había sentado a su lado y ella, bueno, entró en pánico.

Después de pensarlo unas ciento sesenta y cuatro veces en dos microsegundos le miró a la cara; era un chico bastante guapo y debido a eso a Natalia le dio un vuelco el corazón —Eh... ¿Perdona?— le había escuchado perfectamente pero quería ganar un poco de tiempo para ver quién era el. Tenía el pelo rubio, bastante corto, sus ojos eran marrones con un toque verde que rodeaba la pupila, tenía unas cuantas pecas que abundaban sobre todo alrededor de la nariz y cuando sonreía, solo un hoyuelo se asomaba por su mejilla derecha.

—Preguntaba si tienes hora, como te había visto sacar el teléfono...— Natalia asintió.

—Son las siete menos cuarto— le dijo guardando el teléfono.

El chico asintió volviendo a sonreír, lo que hizo que la morena se sonrojara y escondiera parte de la cara bajo la bufanda que llevaba —Nos vemos— se despidió levantándose del banco y como quien corre una maratón, llegó en cero coma a la cafetería donde trabajaba.

El Pintor De EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora