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Apego" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.

Cuando Katsuki ingresó a la casa, un delicioso olor a estofado de carne invadió su nariz, y sintió como su estómago rugía por el hambre

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Cuando Katsuki ingresó a la casa, un delicioso olor a estofado de carne invadió su nariz, y sintió como su estómago rugía por el hambre. 

Parpadeó, sorprendido, porque no recordaba cuándo fue la última vez que Izuku decidió cocinar estofado picante. Los últimos meses, debido a la cantidad de trabajo que ambos tenían, solían comer fuera o pedir algo para llevar, dejando de lado las comidas caseras, los almuerzos en conjunto, las conversaciones tontas pero bonitas que solían tener. 

— Bienvenido, Kacchan —le gritó Izuku desde la cocina, y de forma inevitable, se dirigió a ella como solía hacer antes, sólo que en lugar de abrazarlo por la cintura para hacerlo reír, dándole después un par de besos en el cuello y los labios, se limitó a quedarse de pie bajo el marco de la puerta, viendo su rostro colorado por el calor en el lugar, su expresión relajada y el mandil de girasoles atado a su cintura—. Te extrañé mucho, ¿cómo te fue hoy? 

No podía quitar sus ojos de Izuku. 

No podía desviarlos, no podía dejar de ver esa mirada tan brillante, esa sonrisa de corazón hermosa que poseía, esos hoyuelos que quería tocar todo el tiempo.

Por un breve instante, quiso abrazar a Izuku, enterrar su rostro en el pecho de él y acurrucarse en sus brazos, como hacía meses atrás, cuando las cosas parecían ir bien, cuando Eijiro era sólo un asistente y no algo más. 

El pobre de Eijiro mirándolo con pena y molestia por la decisión de aceptar la propuesta de Izuku, hablándose sólo lo necesario, sin querer tener una conversación privada con él. 

—Bien —respondió con tono lejano, comenzando a quitarse el saco—, cerré un nuevo trato, voy a dedicarme a diseñar un nuevo centro comercial. 

—Felicitaciones —dijo Izuku girándose, dándole la espalda—, te lo mereces, Kacchan, trabajas duro.

Y tú, Izuku, te mereces a alguien mejor, pensó Katsuki caminando hacia el cuarto para cambiarse de ropa.

De forma inevitable, recordó a Izuku dentro del auto de ese desconocido a quien llamó uno de sus pacientes, mirándolo con tanta adoración y ternura que su estómago se encogió por algún motivo que no podía comprender, y la desesperada necesidad de alejarlo de él, de impedirle que lo besara, llegó de forma inevitable obligándolo a actuar.

Sonaba como un maldito hijo de puta egoísta, lo sabía, pero no se trataba de eso. Izuku podía ilusionarse con facilidad, y si ese desconocido sólo lo quería para un momento, ¿no le estaba evitando entonces más sufrimiento? 

Era eso. Sólo eso, lo juraba. 

Izuku, en tanto, suspiraba mientras apagaba la cocina, el estofado ya listo, las papas salteadas preparadas. Ese día había salido más temprano porque su último paciente canceló la hora, así que aprovechó para llegar antes a casa y poner sus habilidades culinarias en acción.

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