Parte Tres : Celos

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Sarada no podía creer que tenía celos. ¿Por qué? ¿Por ella? No tenía sentido. Ni siquiera eran amigas como para sentir celos. No le encontraba sentido. Al verla ingresar al salón la saludó con su típica sonrisa encantadora, eso le borró el malhumor en un segundo. Le correspondió el saludo con un leve rubor. ¿Rubor? No entendía sus reacciones con esa chica. ¿Por qué se sentía atraída? No lograba entenderlo del todo. Era imposible que se sintiera atraída por su mismo género, estaba segura que era hetero por completo. O eso escribió en el formulario al iniciar el experimento. Soltó un leve suspiro. Decidió concentrarse en la clase. No valía la pena pensarlo demasiado.

Durante la clase de literatura, Sarada se percató que Haruko hablaba de manera natural con Mitsuki, quizá era más sociable de lo que aparentaba y eso la sorprendió. El albiceleste intercambió unas sonrisas divertidas y le alcanzó el libro de texto para compartirlo. Ella parecía molesta por algunos comentarios y le enseñó una mirada molesta. Resopló, concentrándose en la lectura, enseguida comprendió que de tímida no tenía nada. Más bien era lo opuesto a ella. Parecía ser incluso más espontanea y extrovertida de lo que aparentaba a simple vista. Se dedicó a observarla en el período de las dos clases siguientes. Así hasta que llegó la hora del almuerzo. Debía llevar unos libros a la biblioteca.

Juntó algunos libros, los acomodó debajo de su brazo y enfiló hacia la puerta, la deslizó hacia un costado y antes de cerrarla, alguien la detuvo en seco. Se sobresaltó al notar la fuerza que tenía a pesar de lo bajita y menuda que era. Le pareció adorable. Sus cabellos esponjosos lograban hacer que sus facciones fueran más finas. Parpadeó confundida. La rubia estaba impidiendo que cerrara la puerta del todo.

—Espera...—pidió.

—¿Qué ocurre?—soltó la puerta y llevó ambos libros a su pecho.

—¿Quieres...almorzar?—hizo una pausa. Sonaba tonto. Solo hacía lo que Mitsuki le pedía. Intentaba abrirse con los demás—. ¿Quieres que almorcemos juntos?

Sarada quería decir que sí, en una sola respuesta, pero los nervios le jugaron una mala pasada y respondió con torpeza:

—Ah, ahora debo llevar esto a la biblioteca.

Notó un semblante caído en su rostro, se dio cuenta que metió la pata y no fue su intención, no quería rechazar la oferta, claro que no. Las palabras salieron atolondradas de su boca. Hizo una mueca:

—Quise decir que sí—sonrió.

Sus ojos azules brillaron por un momento y acto seguido le enseñó una amplia sonrisa, fue tan perfecta, que sintió que su corazón se estremeció. Un leve rubor se tiñó en sus mejillas.

—Como sea, primero lleva esos libros—se volteó e inclinó su cabeza hacia adelante, se mordió el labio inferior—. Te espero en los jardines.

Asintió. Por un momento creyó que esa era una postura masculina. No parecía femenina pese a que tenía todos los rasgos bien definidos. Quizás tenía una personalidad suelta y extrovertida, y eso le hacía creer que era más liberal o algo parecido. Sonrió. Mitsuki le había dicho que intentara hablar con Saruno porque parecía interesado en ser su amigo. Boruto no entendió a qué se refería con exactitud, de algún modo tampoco le caía mal, le parecía un buen chico, amable y observador. Eso le agradó. No tendría problemas en relacionarse y conocerse. Lo que sí le preocupaba era que siguiera siendo mujer y que él fuera un hombre, no sería nada extraño que estuviese interesado; pues admitía que era bonita. Suspiró. Bajó las escaleras para buscar los refrescos y esperar a Saruno en el jardín que quedaba frente al campo de Sotfbol.

Compró un jugo de manzana y luego un exprimido. No tenía idea si a Saruno le gustaba uno en particular, los compró al azar. La lata rebotó y la sacó. Caminó hasta uno de los bancos disponibles y se sentó. Desde allí se podía ver a las jugadoras entrenar. Estaban haciendo prácticas de lanzamiento. Su hermana era Catcher. Debido a que prometieron que evitarían hablarse, tenía que olvidarse de ir a sus partidos, al menos los menos importantes. Ya encontraría la forma de asistir a los demás. Su vista estaba fija en los movimientos de las compañeras de su hermana, era como si estuviera embobado o algo parecido, porque así lo interpretó Sarada cuando se acercó y lo vio tan absorto. ¿Qué tanto miraba? Al ladear hacia las chicas, se sentó a su lado y le preguntó:

Invertidos (Borusara)Where stories live. Discover now