Capítulo 23 (Así fue como empezó el juego)

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Marcos, el padre de Aiden había entrado a la sala, de manera lenta, con pasos precisos.

Tocó un espejo que quedaba a su lado, como si estuviera observando detalladamente la limpieza del apartamento, la manera y condiciones en que su hijo vivía.

Un silencio aterrador se instaló por completo en el espacio.

—¿Se puede saber que necesitas? —preguntó Aiden  de manera despreocupada recostándose de la pared mientras mantenía ese porte de poder.

Marcos lo miró de manera fría, esta vez, solo a él, sin hacer nada más.

—¿Dónde está tu madre?

Aiden frunció el ceño.

—Me imagino que vienes a mí porque ella no ha querido decirte, ¿Me equivoco?

Esto se está poniendo feo.

—Podría saberlo si quisiese, sabes que no juego a esto —se arregla su chaqueta.

La forma de hablar hace que se me erice la piel.

Veo a Aiden y a Marcos como si estuviera viendo un juego de pin pon.

—No sé donde está —soltó despreocupado, manteniéndole la mirada.

Intenté encogerme en mi lugar para no llamar la atención, pero fue nulo. En ese preciso momento su padre me miró como si yo fuera un ratón y él, el cazador.

Oh dioses, oh dioses.

—Creo que sí sabes —una sonrisa escalofriante le cubrió el rostro y sentí que mis piernas temblaban, pero no le permití verme inofensiva, pequeña ante él, le mantuve la mirada.

Carraspeé.

—Ella tampoco sabe, así que creo que hasta aquí llegó el tema —Aiden intentaba llamar la atención de su padre, pero fracasó en ello.

—Dime, Venus...

Senti que un frío me recorría el cuerpo en cuanto escuché mi nombre en esos labios gruesos.

—Veo que pasas mucho tiempo con mi hijo. Deberías tener buena información.

—¿Por qué tendría? Su hijo no habla sus cosas personales —me encogí de hombros.

—Me pareces familiar —frunció el ceño y tragué fuerte.

—Deberías irte —dijo Aiden en un tono demandante, acercándose a mí.

—Lo haré cuando lo deseé —le respondió de manera fuerte, con una mirada decisiva.

—¿Quién es tu madre? —preguntó mirándome esta vez.

Miré a Aiden y el negó lentamente. Su mirada era de preocupación. Había miedo en ellos.

—Fernanda —le mentí.

—¿Fernanda qué? —contestó rápidamente.

Ladeé el rostro un tanto confundida.

—¿Para qué quieres hablar con mi madre? —Aiden se acercó tanto a mí  hasta rozar sus dedos con los míos, disimuladamente, quedando un poco más adelante.

—Son nuestros asuntos.

—Bueno, eso puede esperar, ella no tiene intención de hablar contigo.

Marcos se rio.

—Creo que no estás entendiendo —mantenía esa horrible sonrisa —Es mi esposa, y voy a hablar con ella.

—Suerte con eso, entonces —Marcos se acercó a paso lento y Aiden se mantuvo frente a mí.

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