Capítulo 26 (Quizás no soy la gran cosa, pero me tiene)

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Estaba en el quinto sueño antes de escuchar ruidos dentro de mi habitación.

Todo estaba oscuro, ni un rayo de luz entraba, gracias a Dios.

Escuché una puerta cerrarse dentro de la habitación y enseguida abrí los ojos.

—¿Ma? —hubo un pequeño silencio.

—Soy yo —susurró Thiago.

Era extraño tenerlo tan temprano.
Prendí la lámpara en la mesita de noche y lo vi saliendo del baño, secándose el cabello con una toalla.

—¿Qué haces despierto? —bostecé al instante, el sueño podía conmigo.
Señaló el baño, lo obvio. Rodeé los ojos con fastidio.

—¿Sabes qué hora es? —su voz sonaba más ronca de lo normal.

Negué.

—Tienes media hora para vestirte, te llevaré a tus clases.

Oh, santos cielos…

—¿Ya amaneció? —me levanté al instante espantada.

¿Cómo era posible que el tiempo pasara tan rápido?

Sí, me la había pasado matándome la cabeza, pero igualmente, digamos que, entonces, solo dormí media hora.

—Date prisa —me apresuró con esa forma tan tosca de ser.

—Hey, hey —me acerqué a él.

Se secaba su largo cabello negro como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Se notaba que iba al gimnasio. Le recorrí el cuerpo con la mirada, aunque no podía ver mucho por la oscuridad, a pesar de tener la luz de la lámpara.

—Buenos días a ti también —dije quejándome.

Me estudió cada parte del rostro, pero solo se permitió acariciarme el cabello con dulzura y decirme un: Buenos días, para luego irse.

Tragué fuerte sintiéndome una idiota ahí parada.

Él era frustrante.

Me vestí rápidamente, obviando ese sentimiento que odiaba, intentando opacarme por completo.

Bajé justamente en media hora, y él ya estaba sentado en el sofá viendo con el ceño fruncido su teléfono.

—Buenos días, niños —Luisa entró con un moño al descuido, pero igual se veía hermosa.

—Buenos días —intenté darle una de mis mejores sonrisas, pero no pude.
Me miró de reojo y luego a Thiago.

—Tienes muchas ojeras, ¿Estás enferma? —me preguntó susurrando.
Negué frenéticamente —¿No te maquillas? Digo, por si quieres taparlas —se encogió de hombros.

—No soy fan del maquillaje —me bebí mi chocolate caliente.

—Lo sé, cariño, pero, quizás quieras impresionar a tu novio hoy —me da una pequeña sonrisa que no me la trago.

La miro seriamente y luego a Thiago, que no se da cuenta de la conversación.

—¿Cuál es su punto? —le pregunto directamente —vaya sin rodeos.
Respiró profundo como si no tuviera más opción.

—Te ves muy mal. No dormiste bien por alguna razón que no es necesario que me cuentes, pero me preocupa. Si las personas te abruman hoy diciendo algo sobre tu aspecto, te vas a irritar bastante, hasta el punto de explotar de una mala manera, solo quiero… hacértelo más fácil.

Sus palabras sonaron sinceras. Tragué fuerte y suspiré.

—En eso tiene razón —la miré sin disimulo, de arriba hacia abajo —. ¿Y cómo usted está siempre radiante? No sé como consigue tener esa sonrisa plasmada todos los días a toda hora, yo no puedo. —dirigí mi mirada hacia el suelo sin darme cuenta. Ella se rio con disimulo.

Nuestro pequeño accidente Where stories live. Discover now