Sedienta de amor

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Alba notó un frío que caló en sus huesos, no era el frío de la noche, era el frío del miedo, del pánico, sus dudas le estaban haciendo daño a Natali , lo que para ella pasaba desapercibido durante todo el tiempo, se le manifestó de golpe con aquella charla, ella era la que iba a dejar a Natalia lo tenía asumido, y sin embargo, le acababa de demostrar que podía marcharse, sin más, aquella sensación le creó un dolor en el estómago, se sentó porque sintió que se mareaba...

Por su parte Natalia había entrado a la habitación envuelta en lágrimas, esperaba que aquella locura que acababa de cometer no fuera definitiva para perderla, ¿qué haría si se iba?, el miedo se apoderó de ella, pero había estado dándole muchas vueltas al tema durante la tarde, y pensaba que era la mejor solución, aunque también era consciente que si se marchaba iba a destrozarle la vida.

Las primeras luces del alba sorprendieron a Natalia con el corazón en un puño por si escuchaba la puerta, había estado atenta a todos los movimientos que se podían dar en casa, hasta ese momento las seis y media, no había sucedido nada, se había levantado y había paseado por la habitación, la niña se la había acostado Alba y si se marchaba no necesitaba entrar a su habitación. Se estaba poniendo el chándal para correr un rato, necesitaba sacar fuera de ella toda la adrenalina posible, pero tenía miedo a que al volver no estuviera, pero allí le faltaba el aire, parecía que su pulso iba a matarla, era una sensación angustiosa saber que su corazón le decía sal y detenla si se va, y su cabeza le recomendaba que para no sufrir era lo mejor. De esa manera, se vistió y decidió marcharse porque si se quedaba era capaz de rogarle arrodillada, y no podía volver a caer en otra humillación. Salió despacio viendo que allí estaba el documento que redactaba su acuerdo para una vez separadas, no tuviera derechos ni obligaciones sobre la niña, sonrió de lado, le daba rabia aquel documento, pero ella desconocía que estaba allí por celos, que la presencia de Claudia le había empujado a Alba a ponerlo allí, porque se sentía engañada y en su interior repleto de celos y rabia por lo que consideraba ese engaño, le había dicho que firmara. Leyó el documento por encima, le daba coraje que Paco fuera tan buen abogado, antes de irse, decidió girar su cara hacia la izquierda donde estaba la habitación de Alba, le separaba una puerta, una sola puerta, una distancia corta para entrar y decirle, "olvida todo lo que dije anoche", pero nuevamente el pánico la hizo huir, no soportaría verla marchar. Bajó las escaleras andando, llegó al portal, miró a un lado, miró a otro y comenzó a correr hacía el parque, no llevaba la radio como otras veces, porque llevaba sus pensamientos y sus maravillosos recuerdos de los momentos vividos en la Sierra y Pamplona, que le iban a acompañar, llevaba un rato corriendo y en su rostro apenado se mezclaron las gotas de sudor con las lágrimas.

Llegó el momento de volver, lo hacía con la mirada puesta en la acera, ¿y si la veía marcharse entonces?, sus latidos volvieron a incrementar el ritmo, decidió parar, sentía que el corazón iba a salirle por la boca, se inclinó apoyando las manos sobre las rodillas, tomó aire por varias veces, le dolía su lado derecho, últimamente había abandonado su costumbre de correr y el flato había aparecido, exhaló tres fuertes respiros, sacó las llaves del bolsillo lateral, y entró en el portal. Había conseguido bajar el ritmo de su corazón, entró en el ascensor y conforme se acercaba a su casa, volvió a notar como se aceleraban nuevamente los latidos con fuerza, justo cuando se detuvo y antes de salir, cerró los ojos y miró al techo del ascensor como si pudiera traspasarlo y ver en su pensamiento el cielo más azul posible...

N: Ayúdame...

Metió la llave en la cerradura, abrió la puerta con el miedo reflejado en sus pupilas, entró dejando sobre la mesa las llaves y al llegar al comedor y girar la cabeza hacia la derecha, se quedó impactada, su corazón volvió a latir con locura...

Al mismo tiempo que Natalia dejaba la casa, Alba se había levantado asustada, se iba, ¿dónde?, ¡era tan temprano!, se asomó a la terraza con cuidado de no ser vista, se colocó justo detrás del helecho, sabía que si miraba desde la calle era imposible verla, o al menos eso rogaba, entonces la vio salir, con unas mallas y una camiseta, aunque llevaba puesto encima la chaqueta del chándal, la vio correr perderse hacia el parque, cuando estuvo segura que ya no se giraría, se apoyó sobre la barandilla y dejó que sus ojos se llenaran de aquella figura esbelta, hermosa que se perdía entre la poca gente que iba por la calle, entre la luz artificial y la de un cielo que comenzaba a dejar escapar colores cálidos, una vez la perdió de su campo visual, sintió como le dolía el corazón, se tumbó en aquella tumbona que llevaba su olor, decidió pensar muy bien que iba a hacer, Marta tenía razón, no podía estar pensando por momentos si, por momentos no, cuando le pidió tiempo, debía haberle dicho abiertamente la verdad, pero no se atrevió, ¿y si se había enamorado de Claudia?, y por eso había cambiado así tan radicalmente en una sola noche, debía saberlo, antes de hacer o decir cualquier cosa, debía pensar muy bien las cosas, aquella mañana debía ir al hospital, la buscaría, sí, estaba decidida a tomar su vida por las riendas, a llevarla por el camino que quisiera sin pensar en más, aunque para ello debía luchar contra si misma que era la peor lucha que podía tener, pero Marta tenía razón, decídete no sigas así sufriendo y haciendo sufrir. Allí en aquella tumbona rozando la taza que la anoche anterior había tenido Natalia entre sus manos, tomó la decisión

Apuesta equivocadaWhere stories live. Discover now