8 de octubre 2019

- Dime, Arabella -dice la doctora mirándome a los ojos- ¿Por qué estás aquí? - Yo levanto la mirada de mis manos entrelazadas y correspondo su mirada con sorpresa. Las luces de la sala están apagadas, y la sombría luz de las siete de la tarde que entra por el ventanal a mi izquierda iluminan la habitación pintada de beige y los rasgos tranquilos de mi interlocutora. Me tomo unos segundos en pensar que responderle.

- Porque mi madre cree que puedo tener estrés postraumático -respondo, al fin, con la verdad. Tan pronto como las palabras salen de mi boca, me dejan un sabor irónico. Casi siento arrepentimiento, pues la doctora no tiene la culpa de las exageraciones de mamá. Casi.

- Y tú crees que no. -a pesar de que no es una pregunta propiamente dicha, sus palabras dejan una tensión en el aire, a la que me siento obligada a responder.

- No -respondo los más neutramente posible, a la vez que me acomodo mejor en mi butaca blanca y presiono el borde de la uña de mi índice derecho con la yema del pulgar. La doctora baja la mirada a la libreta en blanco que tiene sobre el regazo, y no se me escapa la rápida ojeada que da a mi mano derecha. Inmediatamente, dejo la mano extendida sobre el brazo de la butaca, maldiciendo internamente.

- Y, ¿por qué cree tu madre que podrías tener estrés postraumático? -pregunta levantando nuevamente la mirada de la libreta. Empiezo a entender como va funcionando esto. Es como una partida de damas. Ella trata de llegar a mi extremo del tablero para coronarse con información que pueda usar para seguir atacando, buscando huecos en mi defensa evasiva; y yo, a mi vez, avanzo evitando sus preguntas intentando coronarme con algo que me sirva para no volver más.

- ¿No lo sabe ya usted?

- ¿Por qué no crees tener estrés postraumático? -Y ahí va de nuevo, preguntas inesperadas, difíciles de contestar rápido.

- No creo que tenga ninguna condición mental... fuera de lo normal. Me siento bien. -la mirada de la doctora me hace ser consciente de que mi tic de presionar las uñas con la yema del dedo se vuelve a manifestar, desde quién sabe cuanto tiempo, y esta vez, en las dos manos. Muevo los dedos y aprieto las manos en dos puños, a la vez que giro con gesto incómodo la cabeza hacia el paisaje de Berlín que se aprecia por el ventanal, diciéndome que le estoy dando a ella y a mamá más razones para creer que necesito la terapia.

- ¿Sabes en qué consiste el estrés postraumático? – vuelve a preguntar la doctora.

- Es un trastorno- respondo lentamente, volviendo a centrar mi atención en la doctora Müller. Ella asiente. -Que se manifiesta en forma de continua vigilancia y falta de sueño, a causa de una experiencia traumática.

- Otros síntomas son el embotamiento, es decir, mantener la mente ocupada en hobbys o trabajando muy duro; irritabilidad; pesadillas... Y evitación -concluye mirándome elocuentemente.

- No por eso significa que tengo TEPT. -me apresuro a rebatir- He leído que es normal tener síntomas al principio, pero solo si los síntomas perduran se considera Trastorno por Estrés Postraumático.

- Vaya, parece que te has informado. -Müller me sonríe por primera vez desde que llegué. - ¿Y cuánto hace que pasó el supuesto suceso traumático?

Ahí está. El giro inesperado que puede comprometer mi agenda en los próximos meses. La tensión del ambiente crece a medida que se alarga el silencio. Ella no me presiona a contestar, se acomoda un mechón de lacio cabello castaño claro detrás de la oreja, esperando pacientemente a que conteste. Es una mujer de mediana edad, yo diría que unos 43. No lleva gafas puestas, pero hay un estuche negro en la mesita que nos separa, junto a dos vasos de agua. No puedo mentir, ella podría consultar fácilmente a mi madre en cuanto a fechas y datos objetivos. No puedo evitar pensar lo mucho que preferiría estar en casa, tocando Czardas en el clarinete o en mí cama con los auriculares puestos o un buen libro entre las manos. La verdad es que podría contestar con un número exacto de días, pero elijo mantener la respuesta lo más vaga posible.

- Poco más de un mes. ¿Mes y medio? -me encojo levemente de hombros y entrelazo las manos sobre mi regazo, para prevenir el tic.

- ¿Sigues teniendo pesadillas? -pregunta con el bolígrafo preparado a escasos milímetros del papel de su libreta.

Esta vez soy consciente de que mi respiración de vuelve un poco más pesada, y mi malestar crece.

SCHREIBER Y WEBER (Memorias de un no-prodigio)Where stories live. Discover now