prólogo

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Sólo quería ser libre, solo quería cerrar mis ojos y abrirlos en otro lugar; todo lo que quería era ser feliz como los demás, desplegar mis alas y volar tan alto y tan rápido como pudiera...

Sonreír, tener de vuelta mi sonrisa, esa real y genuina que solía llevar estampada en mi cara todos los días antes de aquella fatídica noche en la que mis días, de pronto, se hicieron negros; antes de esa noche que se llevó, junto a mis padres, el sol; dejando solo una turbia y negra niebla y el cielo cargado de nubes que siempre parecían a punto de reventar, pero que nunca lo hacían; y me mantenían en una eterna espera de que lloviera y que la lluvia se llevará la desgracia consigo, pero me di cuenta de que no iba a llover de la nada, ¡yo tenia que hacer llover! Dios no me escuchaba, así que yo tenía que ser mi propio Dios y arrebatarles la vida a esas nubes burlonas; lo hice y estoy bien con ello.

Marqué rápidamente, con mis manos temblorosas, el número de Matyas en su celular; para ese momento yo no sabía que esa era la peor idea que se me pudo haber ocurrido, tampoco sabía aún que lo perdería para siempre sin siquiera haberlo tenido... cualquier persona en mi lugar (que estuviera en todos sus sentidos) no le hubiera llamado, pero... yo, desde ese día, definitivamente ya no estaba en todos mis sentidos; algo cambió en mí para nunca más volver a ser la misma y estoy bien con ello; hoy, a pesar de todo, estoy bien con ello.

Unos segundos más tarde, él contestó:

- Hola?- Su voz era despreocupada y a la vez curiosa.

-Maty...

Tomé una pausa y tragué saliva.

-¡Te necesito ahora, necesito de tu ayuda!

-Oh Merry, ¿qué sucede?

Volteé mi cabeza hacia el bulto que yacía en el suelo y suspiré,

-¿Dónde estás?-pregunté

-En casa.

-¿Puedes venir? Necesito mostrarte algo, eres la única persona en quien confío...

- Merry, ¡por amor a Dios!
-Me interrumpió -¡Dime qué sucede sin tantas vueltas! Sabes que odio eso.

-Maty... si yo hiciera algo que a los ojos de todos pareciera ser muy malo, pero si yo te digo que fue por una buena causa, tú... ¿Me creerías a mí?...

Podía oír su respiración acelerada al otro lado del teléfono.

-¿Ignorarías al mundo y me creerías a mí?

-¡Vamos Merry! ¿Qué cosa tan mala podrías hacer tú?

Pude jurar que él estaba sonriendo en ese momento.

-¡Promételo! -Exigí; y oí un pequeño suspiro.

-Lo prometo, ¿vale? Lo que sea lo resolveremos juntos.

Mi pecho descansó de su acelerado ritmo.

-Ahora voy a ir hasta tu casa, pero... ¿estás segura de que no habrá problema si voy hasta allá? por... ya sabes.

-No hay problema, ¡ése nunca más será un problema!

Colgué y logré notar que las comisuras de mis labios estaban exageradamente estiradas, en forma de una sonrisa.

Fui a la cocina para preparar un té de limón y así relajarme un poco mientras Maty llegaba.

Tres veces tuvo que sonar el timbre para que yo me armara de valor y abriera la puerta

-Hola.

Él estaba allí, parado en mi puerta por primera vez; vestía una camisa blanca de algodón con unos símbolos rojos y unos pantalones negros ajustados, estaba listo para entrar, metí una de mis manos entre mi cabello echándole hacia un lado y le sonreí en señal de bienvenida

una psicópata sexy (abstenerse de leer si eres sensible) Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum