Capítulo XIII

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Aturdido por lo que las feromonas de Katsuki provocaban en su propio cuerpo, no se resistió cuando el alfa lo sacó en brazos de la estancia entre gruñidos de posesibidad. Su cuerpo temblaba en intervalos y su respiración era agitada, no era la primera vez en experimentar estas sensaciones, conocía perfectamente esos síntomas y estaba aterrado. Era su celo. Esto no debería de estar pasando, su celo no debería de haberse presentado aún.

La incertidumbre no le permitía pensar con claridad, porque aunque este no sea su primer celo, lo cierto es que jamás en su vida lo experimentó en su totalidad. El pleno celo de un omega sólo estaba permitido para los omegas casados, no era algo que un omega soltero de buena cuna debiese experimentar. Su madre siempre se había encargado de él, procurando que no pasara de la etapa inicial de debilidad, sedándole con la infusión de hierbas que su médico siempre le preparaba. Pero ahora, su madre no estaba y tampoco su médico con su medicamento. Estaba asustado.

Tras el fuerte azote de la puerta al cerrarse Izuku  despertó de su ensimismamiento. Durante su conflicto interno el cenizo se había encargado de llevarlo hasta su habitación y encerrarlo allí con él. Sin perder tiempo fue depositado en la cama con el alfa arrodillado a sus pies.

Observó al mayor con extrañeza, este se mantenía quieto, mirándolo intensamente con sus ojos carmín dilatados. Parecía un feroz depredador esperando para saltar sobre su indefensa presa en cualquier momento, pero para su sorpresa esto no le provocó miedo alguno. Sin saber muy bien que hacer, y aún conservando su raciocinio atinó a alejarse del cenizo evitando el contacto, llevando sus rodillas al pecho.

La distancia puesta por el omega no le causo ninguna gracia al alfa y con un gruñido demostró su descontento. Izuku un poco temeroso volvió a su posición inicial, semiacostado. Ante esto Katsuki gruño, similar a un ronroneo, esta vez satisfecho. Acercando su rostro a las piernas del menor, posó su mejilla en ellas y con firmeza lo tomó por los tobillos.

Izuku no se apartó, ni siquiera cuando las manos del alfa abandonaron sus tobillos comenzando subir descaradamente por sus muslos. Se encontraba hipnotizado con los ojos rubí que no se apartaban de los suyos en ningún momento. Sin saber muy bien cómo, Katsuki ya se encontraba entre sus piernas olfateando con impaciencia su cuello.

Los húmedos besos y el roce de los colmillos del cenizo en su piel enviaron una placentera descarga hacia su vientre, y las manos acariciando su pecho por sobre la ropa, provocaron que emitiera feromonas sin consentimiento. La fragancia concentrada del omega significó para el alfa que su cauteloso cortejo era aceptado. Ahora, convencido y sin miedo a ser rechazado por su pareja, se apoderó de la boca del menor con fiereza.

Era un beso hambriento con mordidas de por medio que encendía sus instintos y los dejaba sin respiración. Seguirle el ritmo no fue difícil cuando la pasión de este y las inquietas manos del cenizo hacían sentir  a su omega interno a flor de piel, a punto de tomar el control por completo.

La humedad en sus piernas comenzaba a mojar su ropa y las de Katsuki, que envestía y refregaba contra ellas con insistencia. Con manos atolondradas y brutas el alfa logró deshacerse de las prendas superiores de ambos, y tras un minúsculo momento de admiración al contrario, se aseguró de marcar con besos cada trozo de piel a su paso.

El menor se retorcía de satisfacción y leves gemidos escaparon de su boca cuando los labios y lengua de Katsuki se posaron sobre sus pezones. Sin pudor alguno se atrevió a acariciar con soltura la piel bronceada del mayor, provocando gruñidos de excitación al contrario cuando sus dedos pasaban por su abdomen bajo.

— ¡Katsuki!

El grito de reprimenda de Mitsuki entrando a la habitación sorprendió a ambos. La reacción instantánea de Katsuki fue colocarse en posición defensiva, gruñendo de manera amenazante con su omega tras su espalda. En su lugar Izuku, con el poco raciocinio que le quedaba, atinó a cubrirse con la prenda más cercana que encontró, completamente avergonzado.

Tras Mitsuki llegaron Denki, Eijirou y un par de betas para ayudar, pero el pelirrojo decidió huir con su rostro cubierto en cuanto las feromonas de celo de Izuku llegaron a su nariz. Denki estaba en extremo preocupado, también era un omega y sabía como el celo te consumía de tal modo que le era imposible pensar con claridad. Aunque en ese momento el peliverde pudiese estar de acuerdo en estar con su hermano, no sabía si luego de que su celo remitiera no se arrepentiría de ello. Además ambos estaban en celo, y eso era extremadamente peligroso, una marca inconsciente era prácticamente inevitable. Debían separarlos. A pesar de no creerle, Izuku había dado a conocer su opinión sobre su relación con Katsuki, y aunque a este le doliese, tendría que aceptarlo, Izuku en su plena conciencia lo había rechazado.

La presencia de tantos rivales cerca de su pareja estaban estresando al joven alfa. En un intento de sobreponerse y de demostrar de quien era el pecoso omega, elevó la presión de su aroma hasta que el respirar libremente se hizo casi imposible en la habitación. Los betas titubearon y ambos omegas temblaron asustados, sólo Mitsuki soportó sin inmutarse la presencia de su hijo. La alfa no dio el brazo a torcer y se acerco imponiendo su olor, decidida a sacar de allí al omega extranjero. No estaba dispuesta a poner en juego la vida de su pueblo por el capricho de su hijo puberto.

La presión en el aire tenia al omega peliverde temblando de miedo y sin quererlo un sollozo escapó de su garganta. Sólo un segundo de distracción fue necesario para que Katsuki fuese derribado por su madre. El cenizo instintivamente giró al escuchar el llanto de su omega, su alfa clamaba por cesar sus lagrimas, en ese momento Mitsuki aprovecho a inmovilizarlo mientras daba ordenes a Denki de sacar a Izuku de allí.

Tanto Izuku como Katsuki forcejearon  pero les fue inútil. Izuku fue arrastrado fuera de la habitación entre lágrimas y el alfa sólo pudo gritar enfurecido intentando liberarse, mientras lágrimas de impotencia caían por sus mejillas. El corazón de la alfa se estrujó al ver el rostro desesperado de su hijo y pudo comprender la situación en un segundo. Sentía su alma quebrarse, sufriendo como la suya, pero estaba haciendo lo correcto, aquello era un amor imposible. Ella lo sabía mejor que nadie y no quería que su amado hijo sufriese por eso, al igual que ella lo hizo.



Gracias por leer!

Disculpen la tardanza. No me gusta poner excusas la verdad, así que sólo puedo disculparme.

Muchisimas gracias para todas las personitas bellas que comentaron, votaron en capitulo anterior. Y también a las que comenzaron a seguirme. Me hace extremada mente feliz.

Besotes! <3













Por la flor de mi alfa [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora