Tres

232 1 0
                                    

Te hacen creer cosas que no son ciertas. Te las dicen tantas veces que aceptas que lo que te están contando es real en lugar de una sarta de mentiras. Lo padeces como si fuera la verdad. La tortura más efectiva no es física, sino mental, eso está claro. La mente puede inventar miedos mucho más espantosos de los que jamás podrías aguantar en tus carnes, al igual que la mente es capaz de desconectar del dolor físico cuando este sobrepasa el límite que tu cuerpo es capaz de soportar. Las terminaciones nerviosas de mi espalda aullaban como si le hubieran echado ácido a mi destrozado cuerpo. El dolor me impedía respirar, era demasiado agudo. Me pregunté cuánto tardaría en desmayarme, y si en caso de hacerlo, me despertaría de nuevo en este mundo. Dudaba de que fuera capaz de caminar más de unos metros. Apenas podía ver debido a la sangre que bañaba mis ojos por los golpes que me habían dado en la cabeza. Moriría aquí, en este infierno, y seguramente sería pronto. Esperaba que fuera pronto. Sin embargo, mi padre y mi hermana no me podían ver así. Ojalá que nunca se enteraran de cómo terminó mi vida. Recé para que no existiera un vídeo de mi ejecución. Por favor, Dios mío, que no haya un vídeo de esto...

Fue cuestión de suerte. No había tenido nada de suerte cuando le tendieron la emboscada a nuestro equipo. Nada de suerte cuando se me encasquilló el arma.

Nada de suerte cuando no morí al tratar de evitar que me capturaran. Esos cabrones aprendieron sus técnicas de los rusos. Les encantaba hacerse con prisioneros occidentales. ¿Y encima británico y de las FE? Era la jodida joya de la corona. Y totalmente prescindible para mi país. Cuestión de suerte. Un sacrificio por el bien de todos, de la democracia, de la libertad. A la mierda la libertad. Yo no tenía ninguna. A mi torturador le encantaba hablar. No paraba de hablar de ella. Deseaba con todas mis fuerzas que cerrara su maldita boca. Ellos no saben dónde está..., no saben cómo encontrarla..., ni siquiera saben cómo se llama. Seguía repitiéndome a mí mismo todas esas cosas porque era lo único que tenía. La primera bofetada me espabiló. Y la siguiente me despertó por completo.

—Cuando la tengamos te haremos presenciarlo todo. Gritará como la puta que es. Una puta americana que posa desnuda para que le hagan fotos. —Me escupió en la cara y me tiró del pelo hacia atrás—. Tus novias son tan repugnantes... que se merecen lo que les sucede. Que las usen como putas. —Se rio en mi cara.

Le miré fijamente y memoricé su rostro. Nunca lo olvidaría, y si se presentase la ocasión le cortaría la lengua antes de matarlo. Aunque solo lo matara con la mente. ¿Cómo podía impedir que la secuestraran? Quise suplicar pero no lo hice. Tan solo miré al frente y se me aceleró el corazón, lo que demostraba que estaba vivo. Por ahora.

—Todos los guardias van a catar sus muslos. Luego, cuando disminuya su deseo, podrá ver cómo te cortamos la cabeza. Eres consciente de que así será tu final, ¿verdad? —Me tiró del cuello hacia atrás y arrastró un dedo por mi garganta —. Pedirás clemencia como el cerdo que eres... justo antes de tu matanza. Entonces no estarás orgulloso. —Se rio en mi cara y sus dientes amarillos relucieron entre su barba—. Y entonces mataremos a tu puta americana del mismo modo.

...Me incorporé en la cama con la respiración ahogada y la mano, que estaba empapada de sudor, sobre mi sexo. Me apoyé contra el cabecero y me di cuenta de dónde estaba..., y de dónde, gracias a Dios, no estaba. Ya no estás ahí. Ya no estás ahí. Solo ha sido un sueño. Eso fue hace mucho tiempo.

Era el tipo de pesadilla que congrega todo lo malo que te ha ocurrido en la vida y lo agita en una combinación atroz que te ahoga. Cerré los ojos con alivio. _____ no era parte del horror que viví en Afganistán, sino del que me acuciaba ahora. _____ vivía en Londres, trabajaba y estudiaba su posgrado. Solo es tu subconsciente, que está mezclando las cosas malas. _____ está a salvo en la ciudad. Lo único es que ella ya no estaba conmigo. Bajé la mirada a mi sexo, caliente y duro, y lo envolví en mi mano. Cerré los ojos y empecé a acariciarlo. Si seguía con los ojos cerrados podría recordar aquel día en mi oficina. Necesitaba descargarme en ese mismo momento. Necesitaba correrme para poder poner fin a los malditos temblores que me invadían tras esa terrible pesadilla. Cualquier cosa servía. Sería una solución temporal, pero tenía que valer. Me acordé. La primera vez que vino a verme. Llevaba puestas unas botas rojas y una falda negra. Le dije que se sentara en mi regazo e hice que se corriera con los dedos. Fue tan sexy, maldita sea, que se presentara en mi oficina. Estaba preciosa cuando se deshizo en mis brazos a raíz de lo que le hacía, de lo que le hacía sentir. _____ había intentado alejarse de mí pero yo no quería que lo hiciera. Recuerdo que le costó separarse de mi regazo. Pero cuando se puso de rodillas y me tocó por encima de los pantalones, lo entendí. Me dijo que me quería lamer. En ese momento supe que la quería. Lo supe porque ella es sincera y genuinamente generosa. Ella es real y perfecta, y es mía. No, ahora no lo es. Te ha dejado. Mantuve los ojos cerrados y recordé la imagen de sus preciosos labios cerrados sobre el final de mi verga y de cómo me adentraba en ellos. Recuerdo lo húmeda y dulce y deliciosa que sentí su boca esa primera vez. Lo bonito que fue cuando se lo tragó todo y me miró de esa manera tan sexy y misteriosa que la caracterizaba. Nunca sé lo que está pensando. Al fin y al cabo es una mujer. Me acordé de todo: de los sonidos que emitió, de su pelo largo extendido sobre su cara, del resbalar húmedo dentro de sus dulces labios, de cómo se agarraba a mi sexo, giraba la mano y me llevaba al interior de su preciosa boca.

El Affaire Malik 2Where stories live. Discover now