I - Jude

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La Plaza de San Pedro resta vacía a estas horas de la noche. El cielo me desborda. Miro hacia arriba y no veo más que oscuridad, ni siquiera las estrellas son capaces de ilustrarme. He rezado. He rezado mucho más de lo que te imaginas. Lo he hecho precisamente en busca de que algo o alguien ilumine mi camino. Pero no veo nada más que tinieblas. Padre, he sido criada con fe y, si he pecado, he pedido mil disculpas. Me he confesado una vez tras otra y he llorado rogando tu perdón. ¿Por qué no te manifiestas? Ya sea en forma de castigo o en forma de bendición. Necesito saber cómo complacerte, necesito saber si existes. 

Me arrodillo enfrente de la solitaria multitud, me siento observada. De repente, una estrella fugaz cae al compás de mis lágrimas. El silencio rebota dentro de mis tímpanos, es doloroso, me incomoda. Y no tengo tiempo para pensar. Veo como unos guardias arrastran a un hombre moribundo lejos de la plaza. Un hombre del cual no había notado su presencia. Un borracho, a juzgar por la botella a la que se abraza. Des de aquí aún puedo distinguir sus lágrimas. Compartimos el mismo dolor. No llora por el daño que le infligen los guardias, ni siquiera por los raspones que sucumben su piel, llora porqué él tampoco cree en Ti. Todos los aquí presentes buscamos lo mismo: una señal. Incluso los no aquí presentes la buscan. Pero tú... Quizá te ocultes tras las tinieblas, como el Papa.

¿Quién ha visto su rostro? ¿Quién verdaderamente le conoce? Nadie sabe nada. Ni una sola imagen ha sido capturada. Dicen que es joven y apuesto. Dicen. Pero solo son lenguas que hablan desde el desconocimiento. Miro hacia el balcón. Aún no se ha manifestado. ¿Cuándo lo hará? Acaricio la cruz que cuelga sobre mi pecho. Arde.

El PapaWhere stories live. Discover now